Conquista de Jaén
La ciudad de Jaén ya había estado bajo asedio del 5 al 20 de julio de 1225, cuando estaba defendida por Álvar Pérez de Castro, antes de que fuera rescindido su contrato para servir al rey de Granada. En 1228 volvió Fernando por aquellas tierras y tomó la villa y el castillo de Castro y remontó el río de la Plata por el cerro Veleta y Otiñar, cuya población fue arrasada, al igual que se había hecho con Grañena, en el cerro Pitas. En 1230 volvió a cercar Jaén y los alrededores fueron saqueados. En 1245, estando Fernando en Martos, Pelayo Correa le animó para tomar Jaén. Fernando partió para Jaén con la compañía de su hermano menor, Alfonso de Molina, y ayudándose de las órdenes de Calatrava y de Santiago principalmente. Jaén pertenecía al reino taifa de Arjona, cuyo rey era Áhmed ben Yúsuf ben Násar, conocido como Aben Alhamar, que finalmente trasladó su reino a Granada. El sitio, el tercero que acometía Fernando para adueñarse de la plaza, se prolongó siete meses, desde agosto de 1245 hasta febrero de 1246. Finalmente, Alhamar entregó Jaén y reconoció el dominio del rey Fernando de sus tierras, el reino de Granada, en vasallaje, pagando la mitad de sus rentas, calculadas en ciento cincuenta mil maravedíes anuales. Se aseguró así la supervivencia del reino de Granada, que se prolongaría durante dos siglos y medio más. Alhamar había tratado en vano de obtener el socorro de los benimerines y, al no conseguirlo, se avino a ceder la plaza, cuya población tuvo que ser evacuada. Fernando hizo su entrada solemne en la ciudad en marzo de 1246. Por iniciativa suya, el obispado de Baeza se trasladó a Jaén en 1248. La conquista de Jaén también le permitió al rey firmar una liga con Sevilla, cuyos señores temían al sultán háfsida Abu Zakariyya Yahya I. La posterior ruptura de la alianza precipitó la campaña que concluyó con su conquista por el soberano castellano-leonés.
Entre marzo y abril de 1245 fue a visitar a su madre, Berenguela, y se reunieron en Pozo de Don Gil, lugar donde Alfonso X fundó Villa Real, que hoy es Ciudad Real. La madre le comunicó que había estado realizando gestiones en Castilla y en León pero que estaba cansada y necesitaba recluirse en un monasterio. En 1246, tras conquistar el alcázar de Alcalá de Guadaira, próximo a Sevilla, recibió la noticia de la muerte de su madre. Fue enterrada en el monasterio de Las Huelgas, en Burgos, en un sepulcro sencillo, pero su nieta, que era monja en ese monasterio, decidió en 1251 su traslado a un mausoleo en el coro, junto a los restos de sus padres, Alfonso VIII y Leonor.
En 1247 el papa Inocencio IV otorgó una bula de cruzada para la Reconquista de Sevilla, según la cual Fernando podía tomar las tercias de fábrica para pagar los gastos de los que se desplazaran para participar en ella por motivos cristianos.
La ciudad de Jaén ya había estado bajo asedio del 5 al 20 de julio de 1225, cuando estaba defendida por Álvar Pérez de Castro, antes de que fuera rescindido su contrato para servir al rey de Granada. En 1228 volvió Fernando por aquellas tierras y tomó la villa y el castillo de Castro y remontó el río de la Plata por el cerro Veleta y Otiñar, cuya población fue arrasada, al igual que se había hecho con Grañena, en el cerro Pitas. En 1230 volvió a cercar Jaén y los alrededores fueron saqueados. En 1245, estando Fernando en Martos, Pelayo Correa le animó para tomar Jaén. Fernando partió para Jaén con la compañía de su hermano menor, Alfonso de Molina, y ayudándose de las órdenes de Calatrava y de Santiago principalmente. Jaén pertenecía al reino taifa de Arjona, cuyo rey era Áhmed ben Yúsuf ben Násar, conocido como Aben Alhamar, que finalmente trasladó su reino a Granada. El sitio, el tercero que acometía Fernando para adueñarse de la plaza, se prolongó siete meses, desde agosto de 1245 hasta febrero de 1246. Finalmente, Alhamar entregó Jaén y reconoció el dominio del rey Fernando de sus tierras, el reino de Granada, en vasallaje, pagando la mitad de sus rentas, calculadas en ciento cincuenta mil maravedíes anuales. Se aseguró así la supervivencia del reino de Granada, que se prolongaría durante dos siglos y medio más. Alhamar había tratado en vano de obtener el socorro de los benimerines y, al no conseguirlo, se avino a ceder la plaza, cuya población tuvo que ser evacuada. Fernando hizo su entrada solemne en la ciudad en marzo de 1246. Por iniciativa suya, el obispado de Baeza se trasladó a Jaén en 1248. La conquista de Jaén también le permitió al rey firmar una liga con Sevilla, cuyos señores temían al sultán háfsida Abu Zakariyya Yahya I. La posterior ruptura de la alianza precipitó la campaña que concluyó con su conquista por el soberano castellano-leonés.
Entre marzo y abril de 1245 fue a visitar a su madre, Berenguela, y se reunieron en Pozo de Don Gil, lugar donde Alfonso X fundó Villa Real, que hoy es Ciudad Real. La madre le comunicó que había estado realizando gestiones en Castilla y en León pero que estaba cansada y necesitaba recluirse en un monasterio. En 1246, tras conquistar el alcázar de Alcalá de Guadaira, próximo a Sevilla, recibió la noticia de la muerte de su madre. Fue enterrada en el monasterio de Las Huelgas, en Burgos, en un sepulcro sencillo, pero su nieta, que era monja en ese monasterio, decidió en 1251 su traslado a un mausoleo en el coro, junto a los restos de sus padres, Alfonso VIII y Leonor.
En 1247 el papa Inocencio IV otorgó una bula de cruzada para la Reconquista de Sevilla, según la cual Fernando podía tomar las tercias de fábrica para pagar los gastos de los que se desplazaran para participar en ella por motivos cristianos.