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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Como la opresión del pecho no cesaba, se acostó en...

Como la opresión del pecho no cesaba, se acostó en el sofá. Temiendo por su vida, se mandó aviso -no obstante lo avanzado de la hora- a algunos amigos. A toda prisa vinieron el secretario de la ciudad, Juan Albrecht, con su mujer y con dos médicos; poco después, el conde Alberto con su esposa, y el conde y la condesa de Schwarzburg. Esta última tuvo la precaución de traer ungüentos y otras medicinas, con las que pensaba poder aliviarlo y fortalecerlo. Jonas y Coelius, acercándose a la cabecera, le sugirieron: "Reverendo padre, invocad a vuestro amado Señor Jesucristo, nuestro sumo sacerdote y único mediador". Y como notaran que tenía la camisa empapada de sudor: "Mucho habéis sudado, lo cual es bueno; Dios os otorgará la gracia de recobrar la salud". El replicó: "Mi sudor es el sudor frío de la muerte". Y rezó esta plegaria, según la transmiten Jonas y Coelius, siempre de acuerdo en todo:

" ¡Oh Padre mío celestial, Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Dios de toda consolación! Yo te agradezco el haberme revelado a tu amado Hijo Jesucristo, en quien creo, a quien he predicado y confesado, a quien he amado y alabado, a quien deshonran, persiguen y blasfeman el miserable papa y todos los impíos. Te ruego, señor mío Jesucristo, que mi alma te sea encomendada. ¡Oh Padre celestial! Tengo que dejar ya este cuerpo y partir de esta vida, pero sé cierto que contigo permaneceré eternamente y nadie me arrebatará de tus manos" (Ibid., 491; 28-29.)