DÍA OCTAVO
Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.
Sobre la necesidad de soportar a los demás
Después de haber hablado varios de la compañía, el padre Vicente concluyó diciendo que había quedado muy edificado por lo que acababan de decir los que habían hablado sobre este tema. Se ha dicho muy bien que esta paciencia es en una congregación algo así como los nervios en el cuerpo humano.
En efecto, donde no se soportan los individuos de una casa o de una comunidad, ¿verdad que sólo se aprecia un gran desorden?. Nuestro Señor supo soportar a san Pedro, a pesar de haber cometido aquel pecado tan infame de renegar de su Maestro. Y a san Pablo, ¿no lo soportó también nuestro Señor? ¿Se encontrará en alguna parte a un hombre que sea perfecto y sin defecto alguno, y al que no tengan que soportar los demás? ¿Se encontrará en alguna parte algún superior que carezca de defectos, y al que nunca tengan necesidad de soportar sus súbditos? ¡Ojalá hubiera alguno! Pero me atreveré a decir más: el hombre está hecho de tal manera que muchas veces no tiene más remedio que soportarse a sí mismo, ya que es cierto que esta virtud de saber soportar es necesaria a todos los hombres, incluso para ejercerla con uno mismo, a quien a veces cuesta tanto soportar.
¿En qué hemos de soportar a nuestros hermanos? En todas las cosas: soportar su mal humor, su manera de obrar, de actuar, etc., que no nos gusta, que nos desagrada. Hay personas de tan mal carácter que todo les disgusta y que no pueden soportar la más mínima cosa que vaya en contra de su humor o de su capricho.
El bienaventurado obispo de Ginebra decía que le había sido más fácil sujetarse a la voluntad de cien personas que sujetar a una sola de ellas a la propia voluntad. (Cf. Op. cit., nn. 552-554).
Oración final. Salvador nuestro: ¿te veremos practicar la mansedumbre tan incomparablemente con los criminales, sin hacernos mansos nosotros? ¿No nos sentiremos impresionados por los ejemplos y enseñanzas que encontramos en tu escuela?
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, haznos en esto semejantes a ti. Amén.
Terminar con los gozos o himno a San Vicente.
Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.
Sobre la necesidad de soportar a los demás
Después de haber hablado varios de la compañía, el padre Vicente concluyó diciendo que había quedado muy edificado por lo que acababan de decir los que habían hablado sobre este tema. Se ha dicho muy bien que esta paciencia es en una congregación algo así como los nervios en el cuerpo humano.
En efecto, donde no se soportan los individuos de una casa o de una comunidad, ¿verdad que sólo se aprecia un gran desorden?. Nuestro Señor supo soportar a san Pedro, a pesar de haber cometido aquel pecado tan infame de renegar de su Maestro. Y a san Pablo, ¿no lo soportó también nuestro Señor? ¿Se encontrará en alguna parte a un hombre que sea perfecto y sin defecto alguno, y al que no tengan que soportar los demás? ¿Se encontrará en alguna parte algún superior que carezca de defectos, y al que nunca tengan necesidad de soportar sus súbditos? ¡Ojalá hubiera alguno! Pero me atreveré a decir más: el hombre está hecho de tal manera que muchas veces no tiene más remedio que soportarse a sí mismo, ya que es cierto que esta virtud de saber soportar es necesaria a todos los hombres, incluso para ejercerla con uno mismo, a quien a veces cuesta tanto soportar.
¿En qué hemos de soportar a nuestros hermanos? En todas las cosas: soportar su mal humor, su manera de obrar, de actuar, etc., que no nos gusta, que nos desagrada. Hay personas de tan mal carácter que todo les disgusta y que no pueden soportar la más mínima cosa que vaya en contra de su humor o de su capricho.
El bienaventurado obispo de Ginebra decía que le había sido más fácil sujetarse a la voluntad de cien personas que sujetar a una sola de ellas a la propia voluntad. (Cf. Op. cit., nn. 552-554).
Oración final. Salvador nuestro: ¿te veremos practicar la mansedumbre tan incomparablemente con los criminales, sin hacernos mansos nosotros? ¿No nos sentiremos impresionados por los ejemplos y enseñanzas que encontramos en tu escuela?
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, haznos en esto semejantes a ti. Amén.
Terminar con los gozos o himno a San Vicente.