Tan trastornado quedó el Rajá por la belleza de la joven, que sin vacilar un momento, partió hacia su palacio y ordenó que fueran arrancados los ojos de las siete reinas, y con ellos regresó a la choza del barranco. La joven rió duramente al verlo, y atravesándolos con un hilo los tiró a su madre, diciendo: