Sin avisar a sus compañeros, el Rajá picó espuelas y partió tras la cierva. Cabalgó durante varias horas, creyendo ver siempre a lo lejos la vaga sombra del animalito, y al fin, rendido de cansancio y perdida ya la esperanza de alcanzarlo, detuvo su caballo ante una miserable choza, en la cual entró para pedir un vaso de agua.
Una vieja sentada en una desvencijada silla contestó a su petición llamando a su hija, quien salió de una habitación interior de la choza, y resultó ser una joven muy bella, de cutis como la leche y cabellos semejantes al oro, quedando el rey mudo de sorpresa al ver ten hermosa joya en tan pobre morada.
Una vieja sentada en una desvencijada silla contestó a su petición llamando a su hija, quien salió de una habitación interior de la choza, y resultó ser una joven muy bella, de cutis como la leche y cabellos semejantes al oro, quedando el rey mudo de sorpresa al ver ten hermosa joya en tan pobre morada.