Ponte a trabajar, y si mañana por la mañana no has convertido toda esta paja en oro durante la noche, morirás.
Entonces él mismo cerró la puerta con llave, y la dejó sola. La hija del molinero se sentó sin poder hacer nada por salvar su vida. No tenía ni idea de cómo hilar la paja y convertirla en oro, y se asustaba cada vez más, hasta que por fin comenzó a llorar. Pero de repente la puerta se abrió y entró un hombrecillo:
-Buenas tardes señorita molinera, ¿por qué estás llorando tanto?
- ¡Ay de mí!, -contestó la chica- tengo que hilar esta paja y convertirla en oro pero no sé como hacerlo.
Entonces él mismo cerró la puerta con llave, y la dejó sola. La hija del molinero se sentó sin poder hacer nada por salvar su vida. No tenía ni idea de cómo hilar la paja y convertirla en oro, y se asustaba cada vez más, hasta que por fin comenzó a llorar. Pero de repente la puerta se abrió y entró un hombrecillo:
-Buenas tardes señorita molinera, ¿por qué estás llorando tanto?
- ¡Ay de mí!, -contestó la chica- tengo que hilar esta paja y convertirla en oro pero no sé como hacerlo.