Frente a ella estaba el hombrecillo,, más curioso que jamás había visto. Apenas, era mayor que un enano y tenía las orejas en punta, una nariz colorada y úna barba larga y sedosa. Sus ropas eran de un verde y rojo estridentes, y lucía un inmenso sombrero de ala ancha adornado con una pluma de avestruz.