Desde aquella noche el príncipe fue a ver a Melisa todas las tardes. Y cada día ella trenzaba una cuerda con el hilo que él le llevaba. La bruja no se dio cuenta de nada. Pero Melisa estaba tan enamorada que no pensaba más que en el príncipe. Un día, cuando la vieja trepó por la ventana, Melisa le dijo, sin pensarlo:
-Eres mucho más pesada que el príncipe.
-Eres mucho más pesada que el príncipe.