Y se arreciaban tiempos más complejos, pues el Rey sentía que sus hijas, natural y adoptiva, debían ser casadas. Se concertó la visita del Príncipe Encantador, y la recelosa Reina unió fuerzas con su hija para que éste se fijara en ella y solo en ella. Tamaña treta requirió de sobornos a las damas de honor, quienes le robaron a Florine sus joyas y vestidos y se los dieron a Truitonne. De nada sirvió, puesto que la belleza ni mucho menos es apariencia, y el príncipe se enamoró de Florine. Rabiosas, la Reina y Truittone presionaron tanto al Rey, que éste ninguneó a Florine el resto de la visita.