—Escucha, muchacho —dijo ella—. Puedo hacerte más rico de lo que jamás soñaste.
El soldado dejó de silbar al acercarse a la vieja. Era tan fea, que estaba seguro de que debía tratarse de una bruja.
El soldado dejó de silbar al acercarse a la vieja. Era tan fea, que estaba seguro de que debía tratarse de una bruja.