Finalmente el jurado declaró a Naumov culpable de homicidio con premeditación, con algunas atenuantes; a Prilukoff, cómplice del crimen con afán de lucro. Cuando se pronunció el veredicto, se oyó un golpe sordo. Naumov había dejado caer pesadamente su cabeza sobre el escritorio, presa de una convulsión.