Hubo mucho que debatir acerca del estado mental tanto de María como de Naumov. El profesor Morselli consideraba a la condesa una criatura de inteligencia mediocre, o incluso baja, y que vivía dominada por las emociones. En su opinión, había en su carácter un cierto infantilismo que explicaba que en su cabeza la idea del delito tomarala apariencia de un juego frívolo. Dominaba solamente a aquellos que se dejaban, que querían ser dominados por ella. Casi no tenía sentido de la responsabilidad, y su voluntad era sólo capricho. Suplía su falta de inteligencia con una astucia instintiva y con el disimulo y la hipocresía.