Siempre buen hijo, solicitó el permiso de su madre para comprometerse con ella, sin saber que no podría casarse, pues María le ocultó que meses antes habían sido desestimadas las demandas de divorcio presentadas por su marido y por ella misma. Tampoco le confiesa, naturalmente, que en realidad siente repugnancia por él. “Sentía con sólo verlo una repulsión tan grande que fácilmente se convertía en odio; de ahí el evidente deseo de destruirlo, claramente presente incluso bajo el móvil económico del delito”.