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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Poco después de su creación, Azrael fue asignado para...

Poco después de su creación, Azrael fue asignado para estudiar un fenómeno no bien-entendido por el Cielo en ese momento: la disposición de almas humanas. Los ángeles habían sabido durante mucho tiempo que algunas almas humanas llegaron al Cielo porque se había ofrecido la reencarnación y olvido, pero nadie realmente supo donde iban las almas. Azrael añadió a su nombre la palabra de Muerte para llevar a cabo sus deberes (las Palabras angélicas eran mucho menos competitivas). Azrael aprendió a rastrear las almas humanas después de la muerte, otros ángeles han sido incapaces de realizarlo. Él confirmó esa reencarnación y la más gran revelación era el destino de los humanos que eran pasados a un reino inferior por su egoísmo y envidia. Este reino inferior o reino de abajo había sido un lugar abandonado y vacío dónde el alma del muerto estaba para siempre en el aislamiento miserable. Pero entonces los Ángeles Caídos llegaron, y el lugar se volvió conocido como el Infierno. Los demonios estaban torturando y a veces estaban destruyendo las almas condenadas y confinadas allí. Esta revelación espantó el Cielo. Azrael se elevó al estado de Arcángel, y dado el deber de no asegurarse ninguna alma se dirigió erradamente fuera del Cielo. Él y sus servidores separarían fantasmas y sombras suavemente de sus cadenas, recuperarían las almas humanas de los dominios etéreos, e impedirían a los demonios exigir cualquier alma que no perteneció a ellos. Él no podía aceptar que las almas que se condenaron al Infierno sufrieran para toda la eternidad por errores que ellos habían cometido en sus existencias mortales. Así que el Arcángel de la Muerte empezó atendiendo al condenado, saliendo furtivamente al Infierno para localizar almas humanas que podrían ser convertidas a almas buenas. Azrael les dijo a sus Servidores que les enseñaran también a los humanos a aceptar la Muerte; que era meramente una transición a su próximo estado, y que si ellos vivieran bien sus vidas, no tenían ninguna necesidad de temerle.