Lo que sí podemos deducir de los hitos de la vida de nuestro personaje fue que alguien tuvo que dar en un momento dado un empujoncito a su vida; alguien tuvo que animarla a concluir sus estudios y a lanzarse a la actividad pública. El periodo crucial me parece que debió ser 1921-1922, que es cuando decide acabar sus estudios, y empieza a darse a conocer. Sin la poderosa palanca de la amistad o del amor, ¿es posible llegar a ser algo en la vida? Quizás ese alguien estuviese vinculado al Ateneo. En la docta casa de la calle Prado fue donde Menéndez Pidal se enamoró de los verdes e inteligentes ojos de María Goiri, y quizás también en los pasillos del Ateneo la joven Campoamor encontró la sonrisa de quien la presentó a la editorial Calpe con el fin de traducir a Théophile Gautier al español. ¡Nada menos que a Théophile Gautier! Para el que no lo sepa, subrayemos que Gautier es una pesadilla y un desafío para cualquier traductor; su vocabulario es de los más ricos que hayan honrado las letras francesas, entonces ¿por qué le brindaron aquella oportunidad a una joven que nunca había estado en Francia –qLo que sí podemos deducir de los hitos de la vida de nuestro personaje fue que alguien tuvo que dar en un momento dado un empujoncito a su vida; alguien tuvo que animarla a concluir sus estudios y a lanzarse a la actividad pública. El periodo crucial me parece que debió ser 1921-1922, que es cuando decide acabar sus estudios, y empieza a darse a conocer. Sin la poderosa palanca de la amistad o del amor, ¿es posible llegar a ser algo en la vida? Quizás ese alguien estuviese vinculado al Ateneo. En la docta casa de la calle Prado fue donde Menéndez Pidal se enamoró de los verdes e inteligentes ojos de María Goiri, y quizás también en los pasillos del Ateneo la joven Campoamor encontró la sonrisa de quien la presentó a la editorial Calpe con el fin de traducir a Théophile Gautier al español. ¡Nada menos que a Théophile Gautier! Para el que no lo sepa, subrayemos que Gautier es una pesadilla y un desafío para cualquier traductor; su vocabulario es de los más ricos que hayan honrado las letras francesas, entonces ¿por qué le brindaron aquella oportunidad a una joven que nunca había estado en Francia –que sepamos– y que no tenía ni el bachillerato? La clave quizá haya que buscarla en los pasillos del Ateneo.