HOLA, HOLA, HOLA, CASTILLEJA. No te llamo ahora porque ya es muy tarde, aunque yo sé, que tú estás con los ojos más abiertos que un mochuelo, o una lechuza de aquellas que entraban a la
iglesia, yo no sé por dónde, para acabar con el aceite de la lámpara de latón que había en un
rincón y siempre estaba con su lamparilla encendida. ¡Qué tiempos, madre mía...! La hermana Marina de "Pirris" era la que recogía el aceite
casa por casa, para tener siempre alumbrado al Señor; cuando se llenaba la alcuza
... (ver texto completo)