Compramos energía a futuro

ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: ......

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A un tramo de escalera sobre el despacho de billetes, -cuentan que-, el hombre que había organizado el espectáculo contemplaba el hormigueo de la impaciente multitud...

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Don Livinio Stuyck, desconocido por completo en Alconchel, y muy conocido en Madrid por ser el empresario de las Ventas, había conocido al futuro ídolo del toreo, una mañana de primavera de 1957, junto a las puertas de la Plaza...

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Yo no estab allí para asegurarlo, porque sólo tenía 8 añitos, pero hay quien dice que el joven maletilla le había parecido "Un chicuelo más de los que buscan la ocasión de torear" (Vaya ojo tuvo quien lo dijo)...

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Bueno, pues a pesar de ser sólo un chiquillo sin una perragorda en el bolsillo, cuando Don Livinio le dió una moneda éste se la devolvión ante el asombro del empresario diciéndole: "no quiero su limosna" -y prosiguió diciendo-: "Algún día llenará usted esta plaza gracias a mí"...

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La frofecía estaba a punto de convertirse en realidad, pues por los cuarenta minutos aproximadamente que tardaría en despachar a sus dos enemigos, El Cordobés iba a cobrar un millón de pesetas, la mayor suma jamás pagada a un matador de toros...

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No había amanecido buen día para una corrida de toros, y menos con tantas espectativas puestas en ella. El empresario, con semblante preocupado, levantó la mirada al cielo pensando que la lluvia y el viento son los enemigos mortales de los toreros: el viento levanta la capa y deja al descubierto el cuerpo del artista; la lluvia vuelve escurridizas las arenas del ruedo...

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Don Liviano, que ya había advertido cómo los toldos de los cafés ondulaban a ratos, comprobó que el cielo se estaba encapotando...

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A la once de la mañana de aquel día 20 de mayo, fue vendida la última entrada de las 2.300 puestas a la venta. Las calles inmediatas al despacho de billetes (taquillas), eran ahora un bullicioso mercado negro en el que las escasas entradas disponibles alcanzaban un precio diez veces mayor de su valor...

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Nueve mil pesetas, nada menos, pedían ahora por una barrera de sombra. A medida que los revendedores hacían su agosto, estando todavía en mayo, bares y cafés cobraban inusitada animación con los aficionados...

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La aristocracia de los entendidos -matadores retirados, ganaderos, empresarios, y críticos- se reunían en la Cervecería Alemana para dedicarse a su pasatiempo favorito: discutir...

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En la Cervecería Alemana se ensalzaba a los toreros del pasado, se desdeñaba a los del presente y se desesperaba de los del futuro. Muchos aficionados consideraban al Cordobés como un payaso que ignoraba los cánones de un arte para ellos sagrado...
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
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En la opinión de algunos, la nueva figura del torero había trocado la gracia en trucos y la habilidad en un valor suicida. Pero para todos los que estaban en el bar, el Cordobés era algo más que un simple lidiador...