MAGIA DE ANDRÉS SEGOVIA.
Cuando Andrés Segovia, un rechoncho septuagenario de aspecto bonachón, vestido de frac, entró lentamente, portando una hermosa guitarra en la mano, y se acomodó plácidamente sobre la banqueta, colocó el pie izquierdo sobre el escabel y contempló al público con expresión de benigna indulgencia, el murmullo de las conversaciones se apagaron y transcurridos quizás veinte segundos, y cuando el silencio fue total, el músico comenzó a mover sobre las cuerdas sus vigorosos dedos...
Cuando Andrés Segovia, un rechoncho septuagenario de aspecto bonachón, vestido de frac, entró lentamente, portando una hermosa guitarra en la mano, y se acomodó plácidamente sobre la banqueta, colocó el pie izquierdo sobre el escabel y contempló al público con expresión de benigna indulgencia, el murmullo de las conversaciones se apagaron y transcurridos quizás veinte segundos, y cuando el silencio fue total, el músico comenzó a mover sobre las cuerdas sus vigorosos dedos...
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