En nuestra cultura, desde hace siglos el tiempo se equipara únicamente a lo que indica una esfera mecánica, y posiblemente con esto se haya contribuido a que desconozcamos el tiempo interior.
En su búsqueda del ritmo de la vida, en el siglo pasado, los científicos introdujeron en moscas un gen de las luciérnagas que les permite brillar. Los investigadores conbinaron en las drosófilas el gen de la sustancia luminiscente, con el bonito nombre de luciferina, con otros genes responsables del control del reloj interior...
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Como los genes del reloj interior estaban combinados con los genes de las luciérnagas, las moscas empezaron a brillar alli donde había un reloj en funcionamiento. Lo hacían en los lugares más inverosímiles: no sólo centelleaban sus las cabezas, sino también las antenas, las patas, e incluso la tripa...
Como los genes del reloj interior estaban combinados con los genes de las luciérnagas, las moscas empezaron a brillar alli donde había un reloj en funcionamiento. Lo hacían en los lugares más inverosímiles: no sólo centelleaban sus las cabezas, sino también las antenas, las patas, e incluso la tripa...