Ofertas de luz y gas

ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: El viajero que venía siguiendo el rastro del emperador,...

El viajero que venía siguiendo el rastro del emperador, logró alcanzarlos en medio de la noche, guiado por las palabras de los aldeanos. Aguardó con prudencia el momento para aparecer frente a ellos, esperó también a que tomaran un poco de agua del pozo y descansaran.

El servidor del emperador tapó su cara, se acercó hasta la piedra donde estaban sentados y les ofreció un poco de pan, el cual recibieron muy agradecidos.

— ¿Quién eres tú y por qué nos ofreces pan? —preguntó el emperador. Supongo que no eres de este lugar porque aquí todos nos han despreciado.
—Soy yo, Sereno, su fiel y callado servidor. ¿No me reconoce? —dijo el hombre.

Brisa miró a su esposo, la anciana se puso de pie y Lucero de la Noche, se acercó un poco más para mirarlo con su lámpara. Sereno se descubrió la cara y cuando vio de quién se trataba, el debilitado emperador lo abrazó y en medio de lágrimas se saludaron.

El servidor le contó a la nueva familia las tristezas del reino y todo lo que estaba sucediendo. —Mi señor, ya no es lo mismo. Todos están muy tristes por su ausencia y claman por su regreso.

—Volveremos, volveremos. —dijo Lucero de la Noche.

Cuando ya estuvieron más tranquilos, el servidor entregó a su señor, algunas túnicas limpias y un poco de miel, pan y vino, para reanimarlos. Juntos hablaron del regreso. Aquella noche la pasaron tumbados en la hierba, esperando que aclarara el día.

Cuando el sol desplegó sus rayos, los viajeros caminaron a paso largo y tras un corto camino, llegaron a una posada donde esperaban los cuatro caballos que Sereno había dejado listos para el regreso. Montaron los animales y pudieron llegar pronto al reino.

El servidor se encargó de guardarlos en una casa, antes de contar lo sucedido. Fue entonces como el emperador se presentó después a la corte, se arrodilló y pidió perdón a su pueblo. Los habitantes lloraron y se inclinaron ante su señor y presentando disculpas por su comportamiento egoísta, le aplaudieron. El pueblo entero se postró ante la nueva esposa del emperador y su señora madre, con la que mostraron preferencias y cuidados. Aquella noche sonaron las trompetas, se abrieron las grandes puertas que rodeaban el lugar y hubo vino para todos.

Desde entonces el reino renació, sus jardines tomaron nuevos colores y con el corazón amoroso, celebraron con juegos y cantos el regreso del joven gobernante.

(Cuenta la historia, que pasados unos años Brisa y Lucero de la Noche, tuvieron unos hermosos hijos que poblaron de caricias y belleza el restaurado reino).