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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: LA MADRE NATURALEZA Y SU FAMILIA...

LA MADRE NATURALEZA Y SU FAMILIA

La madre naturaleza era una señora muy divertida y trabajadora, tenía un ramillete de hijas y a todas las llamó María.

María de los campos llevaba siempre un vestido verde con hojas multicolores. María de las estrellas vestía un traje luminoso que daba visos en medio de la oscuridad. María de los cielos, prefería lucir un vestido azul con una franja gris en la espalda y María del sol no se quitaba de encima su vestido amarillo, casi naranja.

María del mar, lucía un vestido verdeazul que su madre había cosido con los hilos extraídos de las profundidades del océano. María de los bosques tenía un vestido marrón, con encajes verdes, azules, rojos y violetas. María de la luna llevaba un vestido blanco, que a su vez servía de espejo para sus hermanas.

María de los vientos cargaba sobre sus hombros, un velo blanco que danzaba con la premura del tiempo, mientras trataba de escapar a las alturas. María del río vestía un velo azul, tan profundo y liviano como el que llevaba su hermana María del mar. María de los trigales llevaba un traje ocre y muy delgado que hacía cosquillas a quien se acercaba. María del rocío acomodaba su cintura en un velo transparente hecho con cristales, adherido uno al otro con el mayor rigor.

María de las nieves llevaba un vestido blanco y algo frío por fuera. María de los valles lucía un vestido aceituna, con el que cubría los colores del pasto en el verano. María de la luz brillaba con su vestido hilado con luces y retazos de claridad. María de la noche llevaba un vestido negro, pero su sonrisa siempre resplandecía y María de los manantiales se envolvía en un vestido translúcido y ondeado un poco, así como María de la lluvia, con quien compartía sus diamantinos trajes.

La madre naturaleza también tenía unos maravillosos hijos:
El señor de los olivos, el señor de los cerezos, el señor de los rosales, el señor de los naranjos, el señor de los arroyos, el señor de los laureles, el señor de los océanos y el señor de los trigales.

Como caballeros muy amados en su reino, eran tratados con mucho respeto y admiración. Además eran cordiales y atentos, se preocupaban por la limpieza, el orden y el cuidado de la tierra. Hablaban de una forma extraña, aleteaban sus hojas, batían sus aguas y sus olas, descolgaban sus frutos, abrían sus flores y eso bastaba para comprender lo que sentían. Estos seres no se preocupaban en realidad mucho por sus trajes, como sí lo hacían sus hermanas.

Para la madre naturaleza no era fácil poner de acuerdo a estas hermosas niñas. Cada una hacía lo que quería, unas de ellas se la pasaban bailando, otras explorando arriba, abajo y en las profundidades y las demás preferían jugar.

Los señores del reino trataban de ordenar la casa, pero sus hermanas no tardaban en desordenar las cosas. Algunas bajaban las estrellas y hacían columpios entre ellas para descansar, las otras formaban grandes remolinos y hacían volar todas las hojas de los árboles, otras soplaban fuerte y revolvían los trajes. Las demás multiplicaban sus aguas para bañar la tierra. En fin, siempre buscaban algo nuevo qué hacer.

A veces, por ejemplo, María de las estrellas dejaba sobre la alfombra brillos de todos los colores y María de los vientos se llevaba con sus brazos los objetos más livianos y los repartía a su modo por todo el universo