Entonces los habitantes de Bichipueblo se reunieron de inmediato.
- ¡Tenemos que hacer algo! –decidió la langosta.
- ¡Sí, tenemos que hacer algo! –repitieron los demás.
Y se hizo un silencio silencioso.
Al cabo de un rato una abeja opinó:
-Busquémosle un lindo trabajo –y luego de agradecer los aplausos por la buenísima idea, agregó:
-Ahora tenemos que pensar cuál.
Y todos se pusieron a pensar ligerito, con los ojos cerrados, pues el tiempo se les acababa.
- ¡Ya lo tengo!- exclamó el grillo-. ¡Viva, viva, viva! –y dio tantas vueltas en el aire que se le marearon las palabras y no pudo hablar.
-Que les parece si…_empezó el ciempiés, pero al ver que todos lo miraban se puso rojo de vergüenza y olvidó lo que iba a decir.
Entonces el escarabajo se acercó a Mariposa y le propuso:
-Para que no te aburras podrías cuidar las plantas de la plaza.
Ella arrugó la naricita:
-No me gusta, no me gusta nada.
En seguida le habló una libélula:
-Podrías encargarte de organizar las fiestas de este lugar.
-Tampoco me gusta.
Cuando todos estaban desanimados y Mariposa a punto de partir, encendió su luz una luciérnaga y le ofreció:
-Podrías cuidar a nuestros hijitos cuando estamos ocupados.
- ¡Sí, eso sí me gusta! – exclamó entusiasmada.
Y así quedo inaugurado el primer Jardín de Infantes del pueblo.
¡Chin Pum!, este cuento termina así:
Mariposa nunca más se aburrió,
y en Bichipueblo dichosa vivió.
Irene Evel Cordiano
- ¡Tenemos que hacer algo! –decidió la langosta.
- ¡Sí, tenemos que hacer algo! –repitieron los demás.
Y se hizo un silencio silencioso.
Al cabo de un rato una abeja opinó:
-Busquémosle un lindo trabajo –y luego de agradecer los aplausos por la buenísima idea, agregó:
-Ahora tenemos que pensar cuál.
Y todos se pusieron a pensar ligerito, con los ojos cerrados, pues el tiempo se les acababa.
- ¡Ya lo tengo!- exclamó el grillo-. ¡Viva, viva, viva! –y dio tantas vueltas en el aire que se le marearon las palabras y no pudo hablar.
-Que les parece si…_empezó el ciempiés, pero al ver que todos lo miraban se puso rojo de vergüenza y olvidó lo que iba a decir.
Entonces el escarabajo se acercó a Mariposa y le propuso:
-Para que no te aburras podrías cuidar las plantas de la plaza.
Ella arrugó la naricita:
-No me gusta, no me gusta nada.
En seguida le habló una libélula:
-Podrías encargarte de organizar las fiestas de este lugar.
-Tampoco me gusta.
Cuando todos estaban desanimados y Mariposa a punto de partir, encendió su luz una luciérnaga y le ofreció:
-Podrías cuidar a nuestros hijitos cuando estamos ocupados.
- ¡Sí, eso sí me gusta! – exclamó entusiasmada.
Y así quedo inaugurado el primer Jardín de Infantes del pueblo.
¡Chin Pum!, este cuento termina así:
Mariposa nunca más se aburrió,
y en Bichipueblo dichosa vivió.
Irene Evel Cordiano