Compramos energía a futuro

ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Hay que dejarse llevar por lo imprevisible. La casualidades...

... Y el tiempo que te quede libre, si te es posible, dedícalo a mi...

La vida es una marioneta del tiempo en la medida en que cambia a cada instante, cambia el mundo interior y el exterior de forma que no somos los mismos dos instantes seguidos.

La prisa incesante resulta especialmente pérfida porque la presión temporal se alimenta de sí misma y rápidamente se pone en marcha un círculo vicioso: en cuanto aparece el temor de no poder cumplir a tiempo las obligaciones, las personas estresadas pierden la perspectiva creando así nuevos motivos de estrés.

La escasez de tiempo nos vuelve miopes ante el futuro; corremos tras los acontecimientos en lugar de planificarlos.

Los problemas que tenemos con el tiempo no se resuelven simplemente con sofisticados calendarios y listas de tareas, ya que éstos sólo incluyen el tiempo exterior de los relojes.

La sensación de "prisa" se origina en la conciencia y ésta se orienta según el tiempo anterior.

El tiempo exterior sólo es un diminuto fragmento de lo que experimentamos como el tiempo de nuestra vida. El segundero sólo conoce el presente. No abarca ni el pasado ni el futuro.

El segundero sólo conoce el presente; las personas también viven en sus recuerdos, que en cierto modo son tiempo congelado en la memoria y nos preguntamos ¿A qué leyes responde que el tiempo vivido se convierta en recuerdos? ¿Por qué mentalmente podemos retroceder al pasado? ¿Será verdad que las personas que se hallan en peligro de muerte, ven pasar en un momento toda su vida por delante, como a veces hemos oído decir?

La sensación de tiempo es una actividad altamente perfeccionada de la mente y casi todas las funciones del cerebro participan en ella.

Según se dice, la sensación corporal y la pecepción sensorial; la memoria y la capacidad de hacer planes de futuro; las emociones y la conciencia de uno mismo: todas interactúan estre sí, y basta con que uno de estos mecanismos se averíe para que la vivencia del tiempo se desfigure o incluso desaparezca por completo.

Para llegar al origen de la sensación de tiempo hay que emprender un excitante viaje especular a través de la conciencia en el que no sólo distinguimos nuestra naturaleza, sino también nuestra cultura, ya que algunas emociones, gracias a las cuales percibimos el paso de los minutos y las horas, son innatas. Muchas otras las hemos aprendido.

La exploración del tiempo aborda entre otras cosas la interación entre educación, entorno y genética, que conforman nuestra personalidad. La forma en que concebimos el tiempo influye en nuestra forma de percibirlo.

Lo que experimentamos como tiempo no es sólo un fenómeno del mundo exterior, sino simultáneamente de nuestra conciencia. Esta sensación dicen que nace de la interacción entre entorno y cerebro.

Stefan Klein dice que la sensación de felicidad depende mucho menos de las circunstancias exteriores de lo que normalmente suponemos. Es mucho más decisivo cómo el cerebro interpreta los sucesos.

Los hábitos de interpretación pueden cambiarse puesto que el cerebro del ser humano es altamente moldeable, cosa que los neurobiólogos han descubierto hace relativamente poco teimpo, la red de células grises en la cabeza tambien transforma, así que con unls ejercicios correctos, podemos aumentar nuestra capacidad de ser felices. En resumen: la felicidad puede aprenderse.

Hay que dejarse llevar por lo imprevisible. La casualidades son oportunidades que se nos presentan, pero reconocerlas como tales presupone percibir el presente con los ojos bien abiertos.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Las casualidades nos hacen sentir la dirección del tiempo. Conocemos el pasado, el futuro está a oscuras, por eso las sorpresas son inevitables. De ahí que no haya que separar la vivencia del tiempo y de las casualidades.
El filósofo Johann Gotthelf Herder en una ocasión escribió: "Los dos grandes tiranos de la Tierra: la casualidad y el tiempo.