Compramos energía a futuro

ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Tampoco se lo contó a su mamá. Bastante tenía con que...

Tampoco se lo contó a su mamá. Bastante tenía con que “el padre de sus hijos”, como ella le decía, se hubiera ido con otra. Si le decía que su pequeñito también estaba enamorado, no lo resistiría.
Sí, la vida era un bolero complicado que no sabía entonar. Más que un sueño, una pesadilla. Pero, aunque el cuarto creciente de la luna, Arsenio Rodríguez y su tío Félix formaran un trío y cantaran a toda voz que todo es mentira, que nada es verdad, Evelyn le pertenecía. No sólo lo feo le iba a tocar. Evelyn era suya porque era una de esas princesas de los libros que leía y nadie más que él la podía rescatar. Con arco iris, tetitas y todo. Sólo ella le ajustaba la vista, la vida y el corazón. Nadie se la podía quitar.
En cuanto la luna llena saliera y se posara en la mata que sembró su abuelo antes de subir al cielo, Enriquito se convertiría en un hombre lobo y, auuuuuu, acabaría con la quinta y con los mangos. Y a otra cosa, mariposa.
Al día siguiente todos hablarían de eso. Nadie dejaría de comentar sobre la aparición de la fiera que acabó con media docena de alumnos del sexto grado. A nadie se le ocurriría pensar que Enriquito, que no mataba ni una mosca y no daba guerra alguna, se fuera a convertir en el enemigo público número uno. Ni Tony con sus ganas de ser científico, ni su padre que andaba con una jovencita, ni su mamá que quería que se quedara pequeñito.
Sólo Evelyn lo sabría. Él se lo diría. A solas. Mientras los demás huían. Le saldría al paso y le confesaría que sólo por ella era lobo. Un lobo capaz de matar por amor.
Fue entonces que la luna se encaramó en la mata de tamarindo.
Durante un minuto los blanquecinos reflejos le dieron en pleno rostro. Los ojos de Enriquito se clavaron fijos y con fiereza en un mismo deseo, y antes de que una fuerte conmoción lo lanzara por el piso, sintió que los pelos se le erizaban y que los colmillos no le cabían en la boca.

FIN