.... Y entonces, la mirada encuentra un reloj. Pocas veces puede percibirse tan dolorosamente el hechizo que este instrumento ejerce sobre nosotros. El poeta W. G. Sebald en una ocasión describió el poder de los relojes como el "movimiento de aquella aguja, semejante a la espada del verdugo, cuando cortaba del futuro la sexagésima parte de una hora con un temblor tan amenazador".
Este de sol, que vemos en una de las esquinas de la fachada de la iglesia, no tiene ninguna aguja en movimiento, pero al igual que los demás relojes, es el que cada vez que lo miramos, nos hace pensar en el paso del tiempo.
Este de sol, que vemos en una de las esquinas de la fachada de la iglesia, no tiene ninguna aguja en movimiento, pero al igual que los demás relojes, es el que cada vez que lo miramos, nos hace pensar en el paso del tiempo.
Cuando observamos algo con asombro, cuando estamos en pleno éxtasis creativo, cuando amamos, cuando las preocupaciones y los recuerdos pierden su importancia, en los momentos que llamamos mágicos, el tiempo se detiene; el momento lo abarca todo: pasado y futuro.
Se ha llegado a decir que en la sociedad actual nadie puede esconderse de los relojes. Que están en todas partes, y que nuestra vida depende de ellos.
Nos hemos acostumbrado tanto al dominio de los relojes que nos parece algo natural mirar de tanto en tanto el reloj, sobre todo cuando vamos con prisas; es en estas ocasiones cuando nos parece que nos sintamos como si hubiésemos caído en un remolino en el que tememos ser arrastrados. La recompensa a tantas prisas no parece llegar nunca: precisamente los días ajetreados sólo nos dejan mínimos recuerdos, como si ese tiempo hubiera pasado sin dejar huella y se hubiera perdido para siempre.
Y hablando de relojes y de tiempo, ahora recuerdo que fue el inventor americano y hombre de Estado Benjamín Franklin quien escribió: "El tiempo es la materia de la que se compone nuestra vida"
Nos hemos acostumbrado tanto al dominio de los relojes que nos parece algo natural mirar de tanto en tanto el reloj, sobre todo cuando vamos con prisas; es en estas ocasiones cuando nos parece que nos sintamos como si hubiésemos caído en un remolino en el que tememos ser arrastrados. La recompensa a tantas prisas no parece llegar nunca: precisamente los días ajetreados sólo nos dejan mínimos recuerdos, como si ese tiempo hubiera pasado sin dejar huella y se hubiera perdido para siempre.
Y hablando de relojes y de tiempo, ahora recuerdo que fue el inventor americano y hombre de Estado Benjamín Franklin quien escribió: "El tiempo es la materia de la que se compone nuestra vida"
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