Una hoja nevada, ALCONCHEL DE LA ESTRELLA

(26 de Marzo de 2014)
No sabemos si Cuenka tomó esta fotografía en otoño, invierno, o primavera. ¡Desde luego, no creo que fuese verano!
El ogro, de alguna extraña manera, consiguió una escalera, y empezó a trepar y a trepar, y la torre dejó de ser segura… ¡Hasta que el hijo más joven, pleno de gallardía, le disparó! Tan certeros fueron sus perdigones que los ojos del ogro volaron, y después lo hizo su cabeza. Los siete hijos de la anciana portaron a la ahora dichosa princesa frente a su padre. El Rey, eternamente agradecido a los siete hermanos, los recompensó de forma justa y abundante, y aprendió la lección de que no debía decidir...
Era obvio que no todo podía salir bien, y el ogro no estaba dispuesto a perder aquello que se había ganado, muchos dirían que justamente. De esta forma, fue tras los siete hijos de la anciana. Uno por uno, levantaron obstáculos para evitar que el ogro les diese alcance. Todos menos el mayor, quien se encargaba de dar aviso de la cercanía del ogro. El primero de sus hermanos lavó sus manos y produjo un mar infinito de espuma de jabón. El siguiente, con mayor agresividad, transformó un bloque de hierro...
La princesa, que no sabía dónde se había metido sin siquiera decidirlo, no hacía más que sollozar por la ventana. Así pudo confesar a una anciana el complejo dilema en el que se había visto envuelta. Ésta, decidida a hacer el bien por la princesa, le comentó que tenía siete maravillosos hijos, quienes la ayudarían. Y así fue, pues al mismo día siguiente todos juntos aparecieron y rescataron a la princesa de aquella terrible casa.
El Rey no contaba con aquellos que conocían de primera mano a las pulgas, es decir, los ogros. Uno de ellos, cabía esperar, resolvió el acertijo, y pudo casarse, porque el Rey era un hombre de palabra, con la princesa. Una vez unidos en matrimonio, el ogro llevó a su princesa a su morada, decorada de la forma en que un ogro la puede embellecer, como podéis imaginar. Por ejemplo, colgando en las paredes huesos de hombres que él mismo se había comido. Yendo más allá, el ogro entregó a su esposa cuerpos...