Bajo los ojos del puente, ALCONCHEL DE LA ESTRELLA

(24 de Diciembre de 2013)
—Pero mi padre se enfadará conmigo

si me niego a matar dragones —dijo Grogro.

—No… se sentirá orgulloso de ti, ¡orgulloso de tener por hijo a un ogro dorado!
Has matado al Monstruo del Cieno, y ahora esta tierra estéril recobrará la vida. Pero recuerda que seguirás siendo un ogro dorado sólo si no matas, a menos que te veas forzado a hacerlo.
Soy… soy… ¡un ogro dorado! —Así es, hijo mío. Eres un ogro dorado, porque te has comportado con valentía y no has matado al monstruo llevado por el odio, sino en defensa propia. Fíjate, Grogro, el desierto se está transformando en un hermoso y exuberante vergel.
¡Aparecía completamente clorado de los pies a la cabeza! El sol relucía sobre su cuerpo dorado.
Subido a lomos de Zagón, Grogro voló hasta el lago.

— Ahora lávate las manos, Grogro. Es posible que te lleves una sorpresa. Grogro se lavó las manos en el agua fresca y cristalina del lago. Entonces comprobó que, debajo del cieno verde oscuro, sus manos no eran duras, pálidas y rosadas, sino suaves, relucientes… ¡y doradas!