La torre desde abajo, ALCONCHEL DE LA ESTRELLA

(22 de Junio de 2013)
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El trascendental descubrimiento iba a levantar de pronto el velo de una era insospechada de la historia humana pues se comprendió enseguida que la antigüedad de aquellos murales era inimaginable.
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Diecisiete de aquellos animales estaban pintados en posturas increíblemente reales: de pie, escarbando en el suelo, echadas, durmiendo enroscadas, bramando, revolcándose en el polvo o agonizando de heridas de lanza, entre jabalíes de feroz acometida, un caballo, una cierva, y un lobo. Se descubrieron docenas de otros animales pintados y grabados...
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En Altamira, cerca de Santillana del Mar, una tarde de verano del año 1879 un aficionado a la arqueología, Marcelino S. de Sautuola, estaba escarbando arrodillado a la entrada de la recién descubierta cueva, en la costa cantábrica, cuando desde las profundidades de una sala le llegó el apagado grito de su hija de nueve años: " ¡Papá, ven enseguida! ¡Toros! ¡Toros!. Acudió con su linterna, y se le erizaron los cabellos al descubrir no toros, sino bisontes prehistóricos, magníficamente pintados...
¿CÓMO PUDIERON DURAR TANTO TIEMPO LAS FIGURAS RUPESTRES?

La primera respuesta es que la mayoría de ellas han desaparecido. El resto se descubrieron en cavernas oscurísimas donde la temperatura y la humedad son constantes; la ventilación, buena, pero no excesiva; el grado higrométrico del aire, suficiente apenas para que los colores no se hayan secado y descamado...
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La pintura la aplicaban en capas espesas, valiéndose de diversos medios: con los dedos, con pinceles hechos de pelo, de plumas o de ramitas masticadas por un extremo; con hacecillos de líquenes o musgos; o soplándolas sobre las paredes con cañas o huesos huecos. A veces mezclaban el ocre con sebo y le daban forma de lápiz o carboncillo, como los que se encontraron en Altamira...