Parada en la Cruz, ALCONCHEL DE LA ESTRELLA

(7 de Mayo de 2012)
22. "Entre todos los creyentes Ella, María, es como un 'espejo', en el que se reflejan, del modo más profundo y más limpio 'las grandes obras de Dios' (Act 2, 11)" (Redemptoris Mater, 25), que la teología tiene el oficio de explicar. La dignidad y la importancia de la mariología derivan, por tanto, de la dignidad e importancia de la cristología, del valor de la eclesiología y de la neumatología, del significado de la antropología sobrenatural y de la escatología: la mariología se encuentra estrechamente...
Por lo demás "al hombre contemporáneo -escribía Pablo VI-atormentado no pocas veces entre la angustia y la esperanza, postrado por el sentimiento de sus limitaciones y asaltado por aspiraciones sin límite, turbado en el ánimo y dividido en el corazón, con la mente en suspenso por el enigma de la muerte, oprimido por la soledad mientras se ve inclinado a la comunión, presa de la náusea y del tedio, la Santísima Virgen María, contemplada en su vida evangélica y en la realidad que ya posee en la ciudad...
Para los discípulos del Señor la Virgen es el gran símbolo del hombre que alcanza las aspiraciones más íntimas de su inteligencia, de su voluntad y de su corazón, abriéndose por Cristo y en el Espíritu a la trascendencia de Dios en filial entrega de amor y arraigándose en la historia en servicio eficaz a los hombres.
21. Por fin, en María todo es relacionable con el hombre de todos los lugares y de todos los tiempos. Ella tiene un valor universal y permanente. "Verdadera hermana nuestra" (Marialis cultus, 56), y, "unida en la estirpe de Adán con todos los hombres necesitados de salvación" (Lumen gentium, 53), María no defrauda las esperanzas del hombre contemporáneo. Por su condición de "perfecta seguidora de Cristo" (Marialis cultus, 53) y mujer que se ha realizado completamente como persona, es una fuente perenne...
20. En María además, todo -los privilegios, la misión, el destino- está íntimamente relacionado también con el misterio de la Iglesia. De aquí resulta que, en la medida en que se profundiza en el misterio de la Iglesia, resplandece más nítidamente el misterio de María. Y, a su vez, la Iglesia, contemplando a María, conoce mejor su propio origen, su íntima naturaleza, su misión de gracia, su destino de gloria y el camino de fe que debe recorrer (cf. ib., 2).