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Sin embargo, era difícil que nadie pusiera coto a aquella evolución, ni a las reformas iniciadas.
Según creyeron muchos eminentes católicos, los vientos de reforma que soplaban entonces no fueron desatados por ningún ser humano; eran obra del Espíritu Santo, uya fuerza se asemeja al "viento que sopla donde quiere... sin saber de dónde viene ni a dónde va".
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VIENTOS DE REFORMA.
No todos los católicos desde luego, vieron esta reunión de católicos y protestantes como un bien absoluto. Algunos católicos tradicionalistas pensaron que la Iglesia de Roma se estaba "protestantizando" demasiado. Y muchos protestantes, por su parte, especialmente aquellos pertenecientes a sectas pequeñas y conservadoras, consideraban a los ecumenistas como "ecumaniacos" y sospechaban que el ecumenismo era una hábil estratagema para atraerlos a Roma...
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Las propuestas para hacer causa común con los judíos, tuvieron también gran éxito. Como consecuencia de la declaración conciliar que exoneraba al pueblo judío como tal de la responsabilidad de la muerte de Cristo, se activaron los contactos y los diálogos entre ambas confesiones. Aperturas similares se produjeron con los musulmanes, y más tarde con los ateos y comunistas...
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El decreto incluso reconocía francamente que, en las diferencias que había dividido a la Iglesia, tales como el Gran Cisma que separó a las Iglesias oriental y occidental, ocurrido en 1054, y la reforma Protestante, "ambas partes fueron culpables"...
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Los observadores protestantes y ortodoxos fueron instados, en nombre de Su Santidad Juan XXIII, a "compartir con nosotros vuestra crítica positiva, vuestras sugerencias y vuestros deseos". El decreto conciliar acerca "del Ecumenismo" siguió la huella de dicha generosa actitud al afirmar que "todos aquellos justificados por la fe recibida a través del bautismo, tiene el derecho de verse honrados con el título de cristianos y de ser considerados con toda propiedad como hermanos en el Señor"...
Sin embargo, era difícil que nadie pusiera coto a aquella evolución, ni a las reformas iniciadas.
Según creyeron muchos eminentes católicos, los vientos de reforma que soplaban entonces no fueron desatados por ningún ser humano; eran obra del Espíritu Santo, uya fuerza se asemeja al "viento que sopla donde quiere... sin saber de dónde viene ni a dónde va".
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VIENTOS DE REFORMA.
No todos los católicos desde luego, vieron esta reunión de católicos y protestantes como un bien absoluto. Algunos católicos tradicionalistas pensaron que la Iglesia de Roma se estaba "protestantizando" demasiado. Y muchos protestantes, por su parte, especialmente aquellos pertenecientes a sectas pequeñas y conservadoras, consideraban a los ecumenistas como "ecumaniacos" y sospechaban que el ecumenismo era una hábil estratagema para atraerlos a Roma...
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Las propuestas para hacer causa común con los judíos, tuvieron también gran éxito. Como consecuencia de la declaración conciliar que exoneraba al pueblo judío como tal de la responsabilidad de la muerte de Cristo, se activaron los contactos y los diálogos entre ambas confesiones. Aperturas similares se produjeron con los musulmanes, y más tarde con los ateos y comunistas...
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El decreto incluso reconocía francamente que, en las diferencias que había dividido a la Iglesia, tales como el Gran Cisma que separó a las Iglesias oriental y occidental, ocurrido en 1054, y la reforma Protestante, "ambas partes fueron culpables"...
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Los observadores protestantes y ortodoxos fueron instados, en nombre de Su Santidad Juan XXIII, a "compartir con nosotros vuestra crítica positiva, vuestras sugerencias y vuestros deseos". El decreto conciliar acerca "del Ecumenismo" siguió la huella de dicha generosa actitud al afirmar que "todos aquellos justificados por la fe recibida a través del bautismo, tiene el derecho de verse honrados con el título de cristianos y de ser considerados con toda propiedad como hermanos en el Señor"...