Habían ganado, y como regalo para los ganadores, les dieron a Piluca una caja de fuegos artificiales, y ella se puso muy contenta, y les prometió que volvería el año siguiente. — ¡Vamos segundos! —dijo Piluca, cuando salieron lanzados al exterior. Realizando un último esfuerzo, el kart adelantó a la muñeca de porcelana y cruzó la línea de llegada. Una vez dentro del túnel, Piluca y el kart se pusieron a reír y a reír, tan fuerte, que cuando llegaron al final el túnel se estremecía con sus carcajadas. — ¡Vamos a perder la carrera! —gritó Piluca. Pero el kart atravesó un puente a toda velocidad y dobló a la izquierda hacia un túnel donde había una señal en donde podía leerse: Atajo por el Túnel de la Risa. Entonces el coche de la ardilla tuvo una avería y la muñeca de porcelana se colocó en cabeza.