aparcamiento de la ermita, ALCONCHEL DE LA ESTRELLA

nerviosamente con periódicos. — ¡Uf! —exclamó el hombre, ¡y se quitó el chaleco!

El Viento estaba indignado. —Tramposo —le murmuró al Sol, alejándose muy enfadado— ¡El hombre siempre te ha preferido a ti!
— ¡Uf! ¡Qué calor! —dijo, desabrochándose el chaleco. El Sol brillaba con tanta fuerza, que hasta el alquitrán de las carreteras se volvió pegajoso. — ¡Uf! ¡Esto es demasiado! —dijo el hombre, mirando a las personas que veía sentadas en los bancos, abanicándose
El Sol continuó brillando y el hombre tuvo que desabrocharse el abrigo y secarse el sudor de la frente. " ¡Qué tiempo tan raro!", pensó. El Sol brilló y brilló hasta que el hombre se quitó la chaqueta y se aflojó el nudo de la corbata.
El Viento rugió y rugió y provocó que el autobús se balanceara de una manera peligrosa sobre sus ruedas. — ¡Brrr! ¡Vaya tiempo! —dijo el conductor— Llevaré el autobús a la terminal. ¡Este viento es capaz de hacernos volcar estrepitosamente! El Viento sopló y silbó y aulló y rugió contra el edificio de la terminal hasta erosionar su fachada. —Está bien, sabelotodo, me rindo —dijo al Sol entre despectivo y defraudado— ¡Pero apuesto a que tú no lo haces mejor! Entonces el Sol comenzó a brillar. Una...
El Viento se puso a silbar y aullar. El hombre no sabía cómo protegerse de la ventolera. Total que decidió ir al trabajo en autobús. — ¡Brrr! ¡Brrr! ¡Qué asco de tiempo!