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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

El tejado de paja
Foto enviada por cuenka

Cuando llegó el invitado,
la vieja no pudo servir la cena:
era ella misma el guisado
con sal y una pizca…de cayena.
Sacó un pollo gordo de la nevera,
subió al tejado en un santiamén
y lo colgó de la chimenea
para que se ahumase bien.
Pero de pronto resbaló,
por la campana se precipitó
y en la caldera se hundió.
La vieja perdió un poco el miedo,
y quiso agradecer a su vecino
con un vaso de buen vino
y un plato de carne ahumada
con una rica ensalada.
La viejecita, en su casucha,
gemía: -Estoy ya muy debilucha,
no tengo hoz ni tijeras:
¿qué haré con tamaña enredadera?
La oyó quejarse un vecino,
un amable campesino,
y le dijo: -Mujer, no seas tan dura
y no pierdas la cordura:
ya encontraré yo el remedio.
LA VIEJECITA DEL MIJO. Cuento de Bulgaria

Una vez, una viejecita inquieta
sembró mijo en una maceta.
El mijo germinó
y casi hasta el cielo creció:
le llegaba hasta el hombro a la ardilla,
y al ratón, hasta la coronilla.
Desde el mar y hasta donde le alcanzaba la vista podía ver a todo el pueblo de Liliput, con el rey a la cabeza, que le despedían agitando los brazos y con lágrimas en los ojos. Eran amigos para siempre.
Cuando estuvo terminado, Gulliver se despidió de todo el mundo y, después de izar la vela, se hizo a la mar.
Una vez termina la batalla, gulliver volvió tan contento a las playas de Liliput.
Allí le recibió todo el pueblo, que le aclamó como a un héroe, poniéndole collares de flores y vitoreándole. Como recompensa, el rey mandó que todo el pueblo se pusiera a construir un barco para el joven héroe.
Viendo el peligro, los enanitos bandidos huyeron agarrados a lo que quedaba de los barcos volcados.
Se metió en el mar, cogió un barco pirata con cada mano y los volvió del revés mandando a los ladrones al agua.
Gulliver aceptó.
-Este país se llama Liliput y yo soy el rey –dijo un enanito vestido de verde que llevaba una corona de oro-. Voy a hacerte una proposición.
Si nos ayudas en las guerras contra los piratas, que no nos dejan en paz y nos roban todo, te dejaré libre.
Quiso ponerse en pie y, de repente, se le echaron encima cientos de enanitos que en un momento le ataron con un montón de cuerdas finitas.
Al amanecer del tercer día vio lleno de asombro un pueblecito con casitas pequeñísimas. Todo en ese pueblo era diminuto: las casas, los árboles, los caballos, los carros… Todo era tan pequeño que parecía un pueblo de juguete. Se quedo arrodillado en el agua, encantado con aquella preciosidad.
Pasaron dos días y dos noches. Gulliver ya no podía luchar más contra las olas, así que se dejó arrastrar por ellas…


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