Ya me estoy hartando de tus quejas,
árbol. Si no tienes nada agradable que decir, será mejor que te
calles de una vez.
El árbol se puso a refunfuñar para sus adentros, mirando a su alrededor en busca de más motivos para quejarse. Se hacía la vida imposible. El
campo no tardaría en anegarse, las
vacas destrozarían el matorral y las cornejas invadirían el campo. Se dejarían la verja abierta y entrarían las
ovejas. Pensaba y hablaba continuamente.