Sin soltar a la niña, se acercó al fregadero y cogió el estropajo y el lavavajillas que utilizaba su madre para limpiar los platos. Echó un buen chorro del limpiador en el culito de Emma y retiró la caca con gran esmero. Se había quedado llena de espuma. ¿Cómo la aclararía? La volvió a coger de debajo de los bracitos, la metió en el fregadero y dio al grifo. En ese momento la niña se puso a llorar como si estuviera loca, gritaba sin parar y por más que le pedía que se callase ella seguía berreando y berreando. Si su madre venía y le veía con la niña en brazos, el castigo sería mayúsculo. “Ya voy, cariño; cálmate, nena, ahora mismo te da mamá el yogurt de fre…
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