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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

El mirador
Foto enviada por cuenka

Cuando ya estaba todo preparado le dijo a su hijo:- Ícaro, si quieres huir conmigo de esta isla, préstame atención y sigue mi consejo. Es necesario que vueles en la mitad de la atmósfera. Si vuelas muy bajo la humedad y el vapor del agua empaparán las plumas, éstas serán muy pesadas y caerás al mar. Y si vuelas muy alto, el calor del sol derretirá la cera, se desprenderán las plumas y también caerás al mar.
Ante la negativa del rey Minos para que Dédalo abandonara Creta, Dédalo comenzó a maquinar la forma de escapar.
Como Creta era una isla era prácticamente imposible escapar por mar. El rey Minos tenía una flota importante y lo capturaría.
El Minotauro quedó encerrado en el centro del laberinto, de esa manera volvió la tranquilidad a Creta.
El rey Minos le encomendaba cada día más trabajo y Dédalo estaba cansado y quería irse de Creta pero el rey Minos no se lo permitía.
El rey Minos le encargó a Dédalo una construcción subterránea para encerrarlo. Dédalo, que era muy ingenioso, entonces construyó un laberinto. Esta construcción tenía tantos pasadizos, rodeos que no llevaban a ninguna parte, vueltas y sinuosidades que una vez que alguien entraba se hacía imposible encontrar la salida.
En esos momentos, la isla de Creta estaba asolada por un terrible monstruo, con cuerpo de hombre y cabeza de toro llamado Minotauro, que sembraba el terror en toda la isla.
Dédalo entonces partió hacia la isla de Creta, donde fue muy bien recibido por el rey Minos. Por entonces escaseaban en la isla los arquitectos y escultores y lo tomó a su servicio.
Allí Dédalo se dedicó a crear espléndidas obras de arte.
Como no pudieron acusarlo por falta de pruebas, lo condenaron al destierro. O sea que tenía que marcharse de Atenas.
LA LEYENDA DE DÉDALO
Dédalo era natural de Atenas.
Era un gran constructor. Fue reconocido como el primer escultor que trabajó el mármol haciendo hermosas estatuas. También era arquitecto. Muy habilidoso en el uso de las herramientas. Pero Dédalo era muy celoso.
Junto a Dédalo trabajaba su sobrino Talo, un joven muy ingenioso. Talo un día encontró en el campo una mandíbula de serpiente y se inspiró para inventar el serrucho, forjando en el hierro una serie de dientes semejantes a los de la ... (ver texto completo)
Pero los habitantes se habían salvado. Y cuando comprendieron lo que el viejo había hecho, le rodearon de honores y cuidados, ya que gracias a su presencia de espíritu, les había salvado del maremoto.
Unos momentos de espera… los corazones latían… y la muralla de agua rodó hacia la tierra y se abatió sobre la playa rompiéndose como un ruido espantoso contra la montaña. Una ola tras otra… no se veía más que agua; el pueblo había desaparecido
Todos se volvieron y miraron. Y en el lugar donde el gran mar azul se extendía tranquilo unas horas antes, se levantaba ahora una espantosa muralla de agua desde la tierra hasta el cielo. No se oyó un solo grito. Aquella visión era terrible.
El viejo se volvió, y extendió la mano hacia el horizonte.
-Mirad hacia allí –dijo.
- ¿Quién ha hecho esto? ¿Cómo ha sucedido?
-He sido yo quien lo ha incendiado –respondió el viejo gravemente.
Yone sollozó:
-El abuelo lo ha incendiado.
Cuando se acercaron a ellos amenazándoles con sus puños y gritando:
- ¿Por qué, por qué?
- ¡Oh, abuelo! –exclamó-. ¿Qué hace?
- ¡Deprisa, deprisa, echa el tuyo! ¡Prende fuego!
Yone creyó que su abuelo se había vuelto loco y se puso a llorar; pero un niño japonés obedece siempre, de manera que, aún llorando, lanzó su antorcha en medio de las espigas, y una llama roja subió sobre los rastrojos, secos y apretados. El humo negro se elevaba hasta el cielo. La llama se extendía devorando la preciosa cosecha.
Desde abajo, el pueblo vio aquel espectáculo y lanzó un grito de horror.
... (ver texto completo)
- ¡Yone! ¡Yone! –gritó-. Coge un tizón de fuego y tráelo aquí.
El pequeño Yone no comprendió para qué necesitaba fuego su abuelo, pero como tenía la costumbre de obedecer, llegó corriendo con un tizón. El viejo, que ya había cogido otro, corría hacia el arrozal más próximo. Yone le seguía extrañado. Pero, cuál no fue su espanto, al ver a su abuelo lanzar el tizón encendido en el campo de arroz.