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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

La farola
Foto enviada por cuenka

Y todos volvieron a su casa convencidos de que el mercader se había vuelto completamente loco.
- ¿Nadie? ¿En ningún sitio? ¿Nada? –se sorprendió la gentes-, ¿y entonces por qué te quejas tanto?
Y el mercader respondía:
- ¡Nadie-en ningún sitio-nada!
La gente acudía de todas partes y le preguntaba:
- ¿Quién te ha robado? ¿Dónde te han robado? ¿Qué te han robado?
- ¡Socorro! ¡Al ladrón! ¡Me han robado!
El mercader, al regresar, ya no encontró ni a la muchacha ni el cofre del tesoro. Enseguida entendió lo que había ocurrido, salió a la calle y se puso a gritar a voz en cuello:
La hija del leñador trabajó en la casa del mercader un día; trabajó otro día, sin dejar de observar todos los rincones. AL tercer día, el mercader tuvo que salir. Ella cogió el cofre lleno de oro y se lo llevó corriendo a su padre.
Y sin perder tiempo, se dirigió a casa del mercader.
- ¿Qué quieres?
-Querría trabajar para usted, señor.
-De acuerdo, me hace falta una criada. ¿Y cómo te llamas?
-Nadie-en ningún sitio-nada.
-Qué nombre tan extraño –dijo el mercader, pero la puso a su servicio.
El pobre desdichado volvió a su casa y se sentó a la mesa suspirando.
- ¿Qué te ha ocurrido, papá? –le preguntó su única hija.
El leñador le contó todo y la muchacha, después de escucharlo con mucha atención, le dijo:
-No te preocupes, papá. Ya verás que yo misma traeré a casa ese cofre.
- ¡Ah, ahora sé por qué! ¿De dónde has sacado esto, ladrón?
Y después de pronunciar estas palabras, el mercader cogió el cofre y se marchó, indiferente a los llantos y lamentos del leñador.
El mercader, curioso, hurgó entre las ramas secas y encontró el cofre lleno de monedas de oro.
EL LEÑADOR Y SU HIJA ASTUTA

Había una vez un leñador que iba al bosque a arrancar cepas de árboles. Un día, mientras se dedicaba a desenterrar una, sintió entre sus raíces algo duro. Era un cofrecito de hierro lleno de monedas de oro. El leñador no cabía en sí de contento. Puso el cofre en su carrito, lo cubrió con ramas secas y se dirigió a su casa. Con todo aquel oro, quién sabe cuántas cosas hermosas podría comprar.

Al llegar a la ciudad, se encontró con un rico mercader, que le dijo:
-Querría ... (ver texto completo)