ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Caminando
Foto enviada por cuenka

-El mío es el mejor.
Y mientras la joven, llena ya de salud, alzaba sus manos sobre el florecido guisante, dando gracias a Dios por habérselo enviado, el canalón mecía de forma vanidosa su guisante estéril, como diciendo insensatamente:
De los otros cuatro guisantes breves notícias: el primero fue a caer en un tejado y una paloma se lo comió: el segundo y el tercero sirvieron, con otros muchos, para un guisado, y el cuarto había cáido en un canalón, donde estaba todavía cubierto de lodo y agua impura.
Y contempló, sonriendo, la delicada flor, como si fuera un ángel que bajara del cielo.
– Nada más que la bondad de Dios pudo depositar este guisante en la hendidura de la ventana.
La madre, llena de alegría, exclamó:
Al cabo de una semana la muchacha se levantó por primera vez y permaneció más de una hora fuera de la cama, bañandose en la luz de aquel sol benéfico. El guisante ostentaba aquel día su primera flor, blanca y sonrosada, en cuya corola puso la ñiña un beso.
Es maravilloso, hija mía

-le dijo una mañana la madre-. El guisante está echando brotes. ¿De dónde toma savia y fortaleza para crecer tanto?
La niña, en tanto, mejoraba visiblemente.
Dudaba la madre de que se realizara ese milagro, pero guiada por una fuerza interior puso una varilla a la mata, para evitar que el viento la echara abajo, y ató cerca de ella un hilo para que se enroscara cuando se fue desarrollando. El guisante, por supuesto, no despreció tan buenos cuidados.
Mamá, siento que me voy a restablecer: el Sol, con su luz y su calor, me está reanimando. Veo que el guisante va bien y yo haré como el guisante: me levantaré de la cama y daré gracias a ese sol tan bueno que me devuelve la vida.
Cuando regresó, al atardecer, su hija estaba más alegre, y le dijo:
Y acercó hacia la ventana la cama de la enferma para que pudiera observar el crecimiento de la planta, y se fue a trabajar como de costumbre.
-Pues, hijita, es un guisante que ha germinado ahí y está lleno de hojitas verdes. ¿No sé cómo ha aparecido! Pero, alégrate, hija mía, que ya no quedarás tan sola. Esta mata será tu distracción.
La buena mujer abrió la ventana, miró y dijo a la hija: