—Pamplinas —dijo el rey— Es un fanfarrón. Yo le enseñaré a no decir más mentiras. Traedme a la hija del molinero. ¡Pronto veremos si es capaz de convertir la paja en oro!
El sirviente, sabiendo lo mucho que el rey amaba el oro, le contó aquella noche la absurda baladronada del molinero.
— ¿Sabes? —empezó a jactarse el molinero—. Mi hija no sólo es la más bella del reino, sino también la más lista. Es tan lista que sabe…, que hasta es capaz… ¡de hilar paja y convertirla en oro!
Un buen día se presentó en el molino un sirviente de palacio, que venía a buscar harina para los pasteles del rey.
Rumpelstiltskin
Erase una vez un molinero que siempre andaba jactándose. Decía que él molía la harina más fina, que su mujer preparaba las tartas más sabrosas y que su gato era capaz de atrapar a un millar de ratones en un solo día. Pero sobre todo estaba orgulloso de su hija Eloísa.