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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Maceta azul
Foto enviada por Qnk

— ¡Asombroso!
Pero antes de que ella pudiera añadir una palabra más, el extraño ser desapareció… justo cuando el rey abría las inmensas puertas de la sala. Miró con satisfacción las balas de oro y exclamó:
-Yo… ¿Qué?
—Pronto lo estarás.
— ¡Pero si ni siquiera estoy casada! —protestó Eloísa.
—Y el hombrecillo saltó sobre el taburete y se puso a hilar más deprisa que nunca. Así y todo, el sol ya se ponía cuando él terminó su labor. El enorme montón de paja se había transformado en un centenar de balas de oro puro. Eloísa le dio las gracias repetidamente.
—Ya pensaré en algo.
¡Lo que sea! ¡Pero no me queda nada que tú pudieras desear!
— ¡Oh, lo que sea!
—No estés tan segura de ello… aquí me tienes otra vez. ¿Qué me darás si hilo toda esta paja y la transformo en oro para ti…, y tú te conviertes en reina?
—No tendré tanta suerte esta vez —se lamentó Eloísa— ¡El hombrecillo no volverá a presentarse!
—Si eres capaz de transformar todo esto en oro antes del anochecer, me casaré contigo —dijo el rey—. De lo contrario, te mantendré encerrada para siempre.
Con que a la mañana siguiente la condujo a la estancia más grande del palacio real. La paja amontonada casi alcanzaba el techo y en un rincón estaba la misma pequeña rueca.
Al anochecer, cuando el rey entró en la habitación, quedó entusiasmado al ver todo aquel oro. Tal era su afición por ese metal, que decidió no enviar a Eloísa a su casa hasta que la joven le hubiera convertido en el rey más rico del universo.
—De nada. Encantado de poder servirte. —Y con esto volvió a esfumarse.