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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Millones de hojas por los suelos
Foto enviada por Qnk

Los cosméticos, o más propiamente el uso excesivo de los mismos, se consideraba inmoral y estaba especialmente asociado a las prostitutas. Según Juvenal, “una mujer compra perfumes y lociones con el adulterio en mente”. Lo correcto era utilizar poco maquillaje, justo lo necesario para realzar la belleza natural, pues el uso de cosméticos se veía como una maniobra para engañar y manipular a los hombres. Las vestales, por supuesto, no debían utilizar maquillaje, puesto que tenían que parecer siempre ... (ver texto completo)
Las mujeres se aplicaban los cosméticos en privado, normalmente en una pequeña habitación cuya entrada estaba vedada a los hombres. Había esclavos cuyo cometido era ocuparse de las cuestiones de tocador. Eran los llamados cosmetriae, mientras que las ornatrices eran esclavas y libertas que ejercían como camareras o doncellas especializadas en el peinado y aderezo personal. La formación de los cosmetraiae corría a cargo de maestros cualificados
Ya se conocía la cirugía estética. Intentaban minimizar y ocultar las cicatrices con parches de alumbre, pero contaban con un método quirúrgico para eliminarlas. Para un hombre eran especialmente vergonzosas las de la espalda, por sugerir que había dado la espalda en batalla o que había recibido azotes como esclavo. En el siglo I se operaba la nariz, ojos, labios y dentadura. La operación de nariz era demandada por mujeres adúlteras y ladrones que habían sufrido como castigo la amputación del apéndice nasal. ... (ver texto completo)
Frecuentemente se aplicaban mascarillas de belleza antes del maquillaje. Los baños en leche de burra eran un tratamiento muy caro que funcionaba como exfoliante y fueron utilizados por Cleopatra y Popea Sabina. Después del baño se aplicaban un blanqueador facial, como por ejemplo polvo de tiza, estiércol de cocodrilo o albayalde. También era popular la cera de abeja, el aceite de oliva, agua de rosas o azafrán. No les gustaban las pecas, que trataban con ceniza de caracol, y detestaban cualquier ... (ver texto completo)
Para las romanas era muy importante tener la piel blanca y suave, aunque con las mejillas un poco sonrosadas. A tal efecto usaban extractos de limón, rosa y jazmín, y para las arruga, cera de abejas, aceite de oliva y agua de rosas, o bien grasa de cisne o goma arábiga. Para el colorete empleaban diversas sustancias, sin importarles el peligro que entrañaba que algunas de ellas fueran venenosas. La más cara y apreciada era un ocre rojo importado de Bélgica. Además blanqueaban sus dientes con piedra ... (ver texto completo)
Los hombres llevaban el cabello corto y solían sujetarlo con una cinta. Las mujeres elegían entre una amplia variedad de peinados: podían dejar caer su cabello rizado, en forma de tirabuzón o ligeramente ondulado, o bien recogerlo en moños sobre la nuca, envueltos con redecillas y cintas.
Cuando Julio César regresó de sus campañas y trajo consigo unos esclavos que causaron sensación en Roma debido al color de su piel y sus cabellos, entre las romanas se puso de moda ser rubia. Pronto comenzaron a circular toda clase de fórmulas y ungüentos para aclarar la piel y teñir el cabello, algo que anteriormente solo hacían las prostitutas. Las romanas más acaudaladas rociaban sus cabellos con oro en polvo, o se teñían con un cosmético que importaban de la Galia, mientras que las clases más ... (ver texto completo)
Las termas romanas eran baños públicos con estancias dedicadas a actividades gimnásticas y de tipo lúdico, por lo que se consideraban al mismo tiempo centros de reunión para la gente que no podía permitirse tener baño en casa. Eran tan populares que en Roma se edificaron los de Caracalla, con capacidad para 1.600 personas, y los baños termales de Diocleciano, que podían albergar a 3.000. En el siglo IV había 900 en la ciudad.
Llevar pantalones, por supuesto, era una vergüenza, algo propio de los bárbaros. En el año 397 el emperador Honorio decretó penas muy severas para los hombres que osaran aparecen en pantalones en la “venerable ciudad” de Roma.
Para el afeitado se empleaban jabones rudimentarios o de aceite, pero al acabar el trabajo solo se aplicaba agua, servida en aguamaniles de plata. El propio Marcial menciona también a una mujer que ejercía el oficio de barbero, aunque no tenía buena reputación.
Había multitud de demandas judiciales contra los barberos a causa de accidentes causados en el ejercicio de su profesión. Marcial recuerda a los transeúntes el peligro que un tensor puede entrañar:

“Aquel que aún no quiera descender al mundo de los muertos, que evite al barbero Antíoco… estas cicatrices en mi barbilla, si podéis contarlas, pueden parecer las de la cara de un boxeador, pero no se produjeron así, ni tampoco por las garras de una esposa enfurecida, sino por la maldita navaja y la mano de Antíoco. La cabra es el único animal sensato: al conservar su barba, consigue vivir escapando a Antíoco”. ... (ver texto completo)
En el siglo III a. C. algunos romanos comenzaron a afeitarse la barba, aunque la práctica no se generalizó hasta que Escipión el Africano lo puso de moda a comienzos del siglo II a. C. Las clases más humildes no siempre seguían la moda. Esto era lógico teniendo en cuenta que un romano consideraba muy difícil afeitarse por sí mismo, y lo normal era acudir a las barberías que podían encontrarse por toda la ciudad. En el Imperio Romano, los servicios de peluquería corrían a cargo del tonsor, entre cuyos ... (ver texto completo)
Quitarse demasiado vello se consideraba afeminado, pero lucirlo en todo su esplendor resultaba demasiado rústico para el gusto romano. Había que encontrar, pues, un término medio. Para la depilación se utilizaba pasta de resina o piedra pómez. Las ancianas, por cierto, no se depilaban: esto se hubiera considerado ridículo, puesto que se veía fundamentalmente como una preparación con connotaciones sexuales
Secretos de belleza en la antigua Roma

Vanidad - Guillaume Seignac

El uso de cosméticos en la antigua Roma no era exclusivamente femenino. También los hombres recurrían a ellos para mejorar su aspecto, si bien la sociedad más conservadora solo consideraba aceptable el empleo de perfumes y la depilación. Un esfuerzo excesivo por mejorar el aspecto, habría provocado que un hombre cayera en el ridículo durante la época de la República. No obstante, eran muchos los que se maquillaban, se peinaban y cuidaban su cuerpo con baños y masajes, preocupados por la estética casi hasta la obsesión. ... (ver texto completo)
Academias de música[editar · editar código]Cuando se fundó en Roma la Academia de la Música en 1584, Cecilia de Roma fue nombrada patrona del instituto, después de lo cual su veneración como patrona de la música de la iglesia se generalizó universalmente; hoy existen por todas partes las sociedades de cecilianos (asociaciones musicales).