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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Millones de hojas por los suelos
Foto enviada por Qnk

Siempre que quiero follar con mi mujer dice que le duele la cabeza.

- A mí nunca me lo dice.

- Pero tú no estás casado.

- No me has entendido.

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Y… bueno, ¿ahora sí?, ¿ahora me has entendido? ... (ver texto completo)
Tu mujer me pidió que le ayudara con una estantería y acabe montándola.

- Es que no se le da nada bien el bricolaje.

- No me has entendido.

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- Estás más delgada, no?

- Es que el negro me adelgaza...

- ¡Pero si vas de rojo!

- No me has entendido.
- Hija, llegas tarde y encima acalorada y sudorosa.

- Es que vengo follada

- Ya, apuras el tiempo y luego vienes con prisas.

- No me has entendido.

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- Hija, deja de ligar con el panadero, podría ser tu padre.

- Me da igual que sea mayor que yo.

- No me has entendido
- Pepe, anoche me dieron por detrás en el coche.

- ¿Hiciste el parte amistoso?

- No me has entendido.

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Como curiosidad, el sudor de los gladiadores se consideraba un poderoso afrodisíaco además de un tratamiento de belleza para mejorar la piel, y se vendía como souvenir en puestos situados en el exterior del circo. ¡Era carísimo!
Algunas señoras se cargaban de una enorme cantidad de joyas, fuera apropiado o no a la ocasión. Se apreciaban especialmente las perlas y las esmeraldas, pero no los diamantes, puesto que aún no se había descubierto el modo de tallarlos y pulirlos.
Las romanas más acaudaladas compraban unos cosméticos muy caros que venían en recipientes de oro, madera, cristal o hueso. De hecho, algunos productos tenían precios tan prohibitivos que la Lex Oppia intentó limitar su uso en el 189 a. C. El tocador de una mujer elegante estaba lleno de hileras de pequeños frascos contenedores de toda clase de remedios de belleza que a veces no resistían el calor o la lluvia. Encontramos al respecto estas poco galantes palabras de Marcial: “el colorete de Sabella ... (ver texto completo)
El maquillaje solía venir en tabletas y se vendía en los mercados. Existían también tiendas especializadas en la venta de cosméticos que recibían el nombre del vendedor. Una de las más populares era la del pigmentarius, pero también estaba el ungüentarius y el farmacopola.
Las cejas más apreciadas eran oscuras y muy juntas, casi unidas. Las maquillaban para conseguir ese efecto, pero en el siglo I a. C. comenzaron a depilarlas. No hay pruebas de que demuestren el uso del la pintura labial, pero sí de un tinte rojo para las uñas.
Los ojos considerados hermosos tenían que ser grandes y bordeados de largas pestañas. Plinio el Viejo escribió que las pestañas se caían con el abuso del sexo, de modo que era importante para una mujer mantenerlas largas para demostrar su castidad. Se aplicaban kohl con un palillo redondo de marfil, hueso o madera. Este palillo se mojaba en aceite o en agua antes de utilizarlo para aplicarse el kohl, que venía en tubos con compartimentos para almacenar varios colores. También podían sombrear los ... (ver texto completo)
Los espejos en la Antigua Roma eran sobre todo de mano y de metal pulido, aunque también los había más grandes para colocar en la pared. Pero pasar demasiado tiempo delante del espejo denotaba debilidad de carácter.
Las mujeres utilizaban abundantes cantidades de perfume, puesto que se creía que oler bien era señal de buena salud, protegiendo contra la fiebre y la indigestión. En los hombres se consideraba impropio, aunque algunos también se perfumaban. Contaban incluso con desodorantes elaborados a base de alumbre, lirios y pétalos de rosa.
Cuando las romanas salían, debían llevar la cabeza cubierta. Hay una historia sobre un romano excesivamente conservador en tiempos de la República que se divorció de su esposa porque había sido vista en público con la cabeza descubierta. Alegó que su belleza era para contemplarla él, y no todo el mundo.