El rosal donde floreció esta rosa se encontraba plantado en un
jardín del
cielo, dónde rubios querubines lo cuidaban y regaba con amor.
La rosa se abrió un hermoso día de mayo de una alegre
primavera y cuando un año más salió a la
calle, desplegó su
manto para dar cobijo con él a todos los alconcheleros y pedroñeros que la adoraban y aclamaban.
De sus ojos rodaron, como dos gotas de rocío muy pequeñas, muy puras y muy trasparentes, dos lágrimas que la rosa derramaba por aquellos devotos que no
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