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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Serie rosas y flores
Foto enviada por Gabriel

- ¡Acá mis siete cachorros,
acá perra trujillana,
acá perro el de los hierros,
a correr la loba parda!
Si me cobráis la borrega,
cenaréis leche y hogaza;
y si no me la cobráis,
cenaréis de mi cayada.
Los perros tras de la loba,
las uñas se esmigajaban;
la corrieron siete leguas
por unas tierras aradas.
Al subir un cotarrillo
la loba ya va cansada: ... (ver texto completo)
El joven volvió con Melisa a su reino y se casó con ella. El matrimonio fue tan feliz que la buena nueva se extendió por todo el reino. Cuando los padres de la joven oyeron hablar de la hermosa Princesa Melisa, supieron que su hija estaba bien y que era muy feliz, y se sintieron muy orgullosos.

Esta es una versión del cuento Rapunzel.
El príncipe estaba flaco y harapiento, pero Melisa lo reconoció en seguida. Le rodeó el cuello con los brazos y lloró de alegría. Sus lágrimas cálidas cayeron sobre los ojos del príncipe, y en pocos segundos éste recuperó la vista.
Un día llegó a un valle. Era un lugar muy solitario, pero oyó que alguien cantaba.

- ¡Conozco esa voz! -exclamó-. ¡Es mi amor! ¡Mi Melisa!

Siguió la dirección de la voz y allí, por fin, la encontró.
Durante muchos años el príncipe vagó, triste y ciego, por los bosques y las montañas. Quería buscar a Melisa, pero ¿cómo hacerlo, si no podía ver? Preguntó por ella, pero nadie había visto a una hermosa joven de ojos violeta y cabello corto y dorado.
- ¡Se ha ido! ¡La muchacha se ha ido! -cacareó la bruja- Tu pajarito cantor ha volado. Jamás volverás a verla.

Entonces arrojó al príncipe por la

ventana. El joven cayó entre los arbustos; las afiladas espinas le arañaron los ojos y le cegaron. Tambaleándose, se alejó por entre los árboles.
La bruja ató la trenza de Melisa a una silla pesada que estaba debajo de la ventana y se la ajrojó al príncipe. Este trepó rápidamente, pero al llegar arriba descubrió que quien le recibía no era Melisa, sino la vieja bruja.
-Ahora, desagradecida, verás lo que puedes hacer sin mí -chilló la bruja.

Voló con Melisa a un valle solitario y la abandonó allí, sola y sin recursos.

Más tarde, al caer la noche, la bruja volvió a la torre a esperar al príncipe.

Después de un rato, le oyó gritar:

- ¡Melisa, Melisa, tírame la trenza!
- ¡Malvada! -gritó la bruja- Creí que te tenía bien guardada. ¡Así que durante todo este tiempo me has estado engañando!

Recogió unas tijeras enormes y tomando la trenza de Melisa, se la cortó.
Desde aquella noche el príncipe fue a ver a Melisa todas las tardes. Y cada día ella trenzaba una cuerda con el hilo que él le llevaba. La bruja no se dio cuenta de nada. Pero Melisa estaba tan enamorada que no pensaba más que en el príncipe. Un día, cuando la vieja trepó por la ventana, Melisa le dijo, sin pensarlo:

-Eres mucho más pesada que el príncipe.
Me encantaría ir contigo -dijo-, pero ¿cómo conseguiré escapar de la torre? Tú puedes bajar por mi trenza, pero yo no tengo con qué bajan Pensó un momento y añadió: -Ven a verme todas las tardes, y cada vez que vengas, tráeme un poco de hilo de seda. Lo trenzaré y haré una cuerda muy fuerte. Cuando esté terminada, podremos escapar juntos.
Se enamoró de ella en el mismo momento en que la vio y le contó cómo había ido a escucharla día tras día. Poco a poco. Melisa dejó de tener miedo.

-Cásate conmigo y deja esta horrible prisión -le dijo.

El príncipe era joven y guapo, y a Melisa le gustó.
- ¿Quién eres? -preguntó, lorosa.

-No tengas miedo -dijo suavemente el príncipe, tomándola de la mano.
Oyó un suave zumbido y la trenza cayó por el muro. El príncipe se apresuró a subir y entró en la torre trepando por la ventana. Melisa jamás había visto a un hombre. Se asustó mucho y retrocedió.
Esa noche regresó a la torre. - ¡Melisa, Melisa, tírame la trenza! -gritó.