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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Para fumadores, papel y chisquero

¡Madre mía...! Ya había olvidado que esta foto la hice en casa de mi hermana, durante mi estancia, de varios días en Coslada (Madrid) A mí me sigue gustando el chisquero y los sobrecitos de papel de fumar Bambú, pero como ya dejé de fumar, no los encontré a faltar.
Esa tarde, cuando los niños entraron en el jardín para jugar con la nieve, encontraron al gigante muerto, pacificamente recostado en un árbol, todo cubierto de llores blancas.
Hace mucho tiempo me dejaste Jugar en tu jardín -respondió el niño-. Ahora quiero que vengas a jugar al mío, que se llama Paraíso.
- ¿Quién eres? -susurró el gigante, cayendo de rodillas.
Entonces el niño sonrió dulcemente y le dijo:

-Calma. No te enfades y ven conmigo.
- ¿Quién te ha hecho daño? ¡Tienes señales de clavos en las manos y en los pies! Por muy viejo y débil que esté, mataré a las personas que te hayan hecho esto.
Olvidándose de que tenía las piernas muy débiles, corrió escaleras abajo y atravesó el jardín. Pero al llegar junto al pequeño enrojeció de cólera.
- ¡Por fin ha vuelto! -exclamó el gigante, lleno de alegría.
Una mañana de invierno estaba asomado a la ventana de su dormitorio, cuando de pronto vio un árbol precioso en un rincón del jardín. Las ramas doradas estaban cubiertas de delicadas flores blancas y de frutos plateados, y debajo del árbol se hallaba el pequeño.
Los años pasaron y el gigante se hizo viejo. Llegó un momento en que ya no pudo jugar con los niños.
El gigante se sentía muy triste, porque quería mucho al pequeño. Sólo lo alegraba el ver jugar a los demás niños.
-No sabemos dónde encontrarlo. La única vez que lo vimos fue el día en que derribaste el muro.
Pero los niños no lo sabían. Todos los días, al salir de la escuela, los niños iban a jugar al hermoso jardín del gigante. Y todos los días el gigante les hacía la misma pregunta: - ¿Ha venido hoy el pequeño? También todos los días, recibía la misma respuesta:
- ¿Dónde está vuestro amiguito? -preguntó ansioso.
Cuando los demás niños comprobaron que el gigante se había vuelto bueno y amable, regresaron corriendo al jardín por el agujero del muro y la primavera entró con ellos. El gigante reía feliz y tomaba parte en sus juegos, que sólo interrumpía para ir derribando el muro con un mazo. Al atardecer, se dio cuenta de que hacía rato que no veía al pequeño.


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