- ¡No te abrieremos! ¡Eres el lobo! Tienes la voz ronca y la de nuestra madre es fina -contestaron los cabritillos sin abrir la puerta.
El lobo se puso furioso. Probó a tirar la puerta y empezó a darle porrazos y empujones, pero no consiguió nada. Al final, cansado, se sentó en una piedra y se puso a pensar.
- ¡Ya sé lo que voy a hacer!
El lobo se puso furioso. Probó a tirar la puerta y empezó a darle porrazos y empujones, pero no consiguió nada. Al final, cansado, se sentó en una piedra y se puso a pensar.
- ¡Ya sé lo que voy a hacer!
