ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

El ganado
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En cuanto a Katar, cumplido ya su cometido, desapareció de las cuadras, y sólo reaparece cuando nace un príncipe en Calcuta. Y por eso, allí los caballos, son animales sagrados, que sólo pueden montar los hijos del rey.
La reina, que había adorado siempre a su esposo, le perdonó de buen grado, y las fiestas con que el monarca celebró el hallazgo de su hijo duraron un año entero.
Al terminarse, murió el Rajá de Calcuta, y este reino se unió con el del padre del príncipe, formando la mayor nación de la India.
Que el Señor sea con vos, madre mía.
La antigua reina reconoció enseguida al hijo con quien tanto había soñado, y presa de gran emoción, cayó en sus brazos, llenos de lágrimas los ojos.
Cuando madre e hijo se separaron, éste desenvainó su espada, y de un solo tajo cercenó las cuatro cabezas de las mujeres del Rajá, que mudas de espanto asistían a la escena.
Después explicó a su padre la verdad de lo ocurrido, y el Rajá se prosternó ante su esposa, pidiéndole humildemente perdón por su injusto comportamiento. ... (ver texto completo)
Los criados que partieron en busca de la antigua reina, la bañaron en agua perfumada, la peinaron con el mayor cuidado, la vistieron con trajes magníficos y al fin le acompañaron ante el príncipe, quien inclinándose ante ella la saludó con estas palabras:
- ¿No falta la hija de vuestro jardinero, que en un tiempo fue vuestra esposa? -siguió preguntando el joven, a quien Katar había enterado de su historia.
-En efecto, me olvidé de invitarla -dijo el rey, ordenando enseguida que fueran a buscarla en su mejor palanquín.
El Rajá, enterado de la visita del yerno del rey de Calcuta, preparó una fiesta muy grande, a la que fue invitado todo el mundo.
Cuando el príncipe de la luna en la frente y la estrella en la barbilla fue recibido con toda pompa, y cuando él y su esposa entraron en la sala del festín, todos los cortesanos y el pueblo se levantaron en señal de admiración, ya que la belleza de ambos esposos era enorme.
- ¿Está todo el pueblo aquí? -preguntó el príncipe.
-Todo -contestó el Rajá.
El Rajá de Calcuta entregó su hija al vencedor, y al día siguiente se celebraron los esponsales, que fueron los más brillantes que se habían celebrado en la ciudad. Tres meses duraron las fiestas, y cuando hubieron terminado, el príncipe y su esposa fueron a visitar al padre del joven.
El árabe poseía un hacha mágica y como la espada del príncipe también lo era, la lucha estaba completamente igualada. Fue Katar quien lo solucionó, derribando al caballo del árabe de un fuerte mordisco.
Empezó ésta, entre trescientos príncipes de todas las regiones de la India, y hasta de Egipto y Arabia. La espada del joven hacía maravillas, y pronto tuvo derribados a más de treinta enemigos. Al fin sólo quedaron dos, un gigantesco árabe y el príncipe de la luna en la frente y la estrella en la barbilla.
-No temas -le dijo el caballo-. La espada que llevas al cinto está encantada, y con ella ganarás a todos los enemigos que se pongan ante ti.
Al entrar en el palenque donde debía celebrarse la justa, el príncipe de la luna en la frente y la estrella en la barbilla, causó verdadera sensación, sobre todo en la princesa Armina, que enseguida quedó enamorada de él, y deseó con toda su alma que fuese el vencedor en la lucha.
- ¿Qué ocurre? -preguntó el príncipe.
-Esta es la ciudad de Calcuta, la más hermosa de la India -contestó Katar-. Te he traído aquí para que tomes parte en el gran torneo que se celebrará. El ganador obtendrá la mano de la princesa Armina, la más bella entre las bellas.
-Pero yo no sé luchar -replicó el príncipe.
Como el mismo rey había sido burlado no les castigó, y para evitarse la vergüenza de la derrota, no dijo nada a sus mujeres, que respiraron tranquilas, creyendo muerto al príncipe.
Mas éste no estaba muerto, sino que cabalgaba sobre Katar, brillando al sol su armadura, y golpeándole las piernas la hermosa espada.
Días y días cabalgó sin descansar, hasta que al fin Katar se detuvo a las puertas de una rica ciudad, a la que afluían gran número de personas.
-Entra en ese cuarto de la derecha y en él encontrarás una silla de montar que me pondrás enseguida. También encontrarás un traje de príncipe y una armadura de oro. Son para ti.
El príncipe entró en la habitación indicada y ensilló el caballo, poniéndose él el traje y la armadura, que Katar le había regalado, creándolos gracias a su magia.
Fuera de las cuadras, el Rajá había ordenado formar a todo su ejército, pero antes de que los soldados pudieran poner las flechas en los arcos, se abrió la puerta ... (ver texto completo)
Él mismo se armó de un arco, para tomar parte en la ejecución.
Pero Katar, como ya hemos dicho, era un caballo mágico, y cuando oyó llegar a los soldados comprendió a lo que iban. Sacando al príncipe, le dijo:
-No temáis -las tranquilizó el Rajá-. Mañana mismo haré matar a Katar.
Como el caballo era muy fiero, el rey no se atrevía a hacerlo matar por un hombre solo, y por ello mandó formar a todos sus soldados, ordenándoles que lanzaran sus flechas contra el caballo en cuanto éste saliera de la cuadra.