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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

La casa de la plaza
Foto enviada por eufra7dos@hotmail.com

Sólo tengo trece ojos, pues la semana pasada perdí uno.
El príncipe no se preocupó por este detalle, pues estaba demasiado contento al pensar que podría devolver la vista a sus siete madres.
El príncipe reanudó su viaje y al poco tiempo llegó a la cabaña de la vieja bruja, quien hizo una mueca de disgusto al leer la carta, y más, cuando el muchacho le pidió el collar de ojos.
Sin embargo se lo entregó, diciéndole:
Mientras el joven príncipe se bañaba en el estanque del palacio, la joven princesa cogió otro papel e imitando la letra de la Raní, escribió en él lo siguiente:
"Cuida con todo cariño de este muchacho y dale cuanto te pida."
Hecho esto, entregó la misiva al príncipe y rasgó la verdadera.
Al oír esto, la princesa pidió a su amado que le enseñase la carta de la reina, y como era muy inteligente, enseguida comprendió el plan de la malvada bruja. Sin embargo, no dijo nada, y encargó a sus esclavos que le dieran cuanto desease.
Jamás tan pocas palabras produjeron tanta alegría. Los habitantes del país celebraron grandes fiestas populares, pero el hijo de las siete reinas dijo que sólo podría casarse cuando hubiese recobrado los ojos de sus madres.
-Padre mío, este es el hombre con quien quiero casarme.
En el curso del viaje llegó a un país cuyos habitantes aparecían tan tristes que el príncipe les preguntó que les ocurría. Le contestaron que era debido a que la única hija del Rajá se negaba a casarse y por ello, cuando muriese el soberano, el país se encontraría sin príncipe heredero.
Añadieron los informadores que la princesa había asegurado que sólo se casaría con el príncipe que fuera hijo de siete madres. Desesperado el rey, ordenó que todo forastero que llegara a la población, fuera conducido ante la princesa. Por ello, a pesar de su impaciencia por llegar donde se encontraban los ojos de sus madres, el príncipe fue conducido ante la princesa, quien apenas lo vio enrojeció intensamente, y volviéndose hacia el rey, le dijo: ... (ver texto completo)
-No dejará de entregártelo -añadió- si te enseñas este papel.
El príncipe, que no había podido asistir a la escuela, no sabía leer ni escribir, y así no se enteró de la cruel maquinación de la Raní. Despidióse alegremente de ella y partió hacia la cabaña.
"Mata enseguida al dador, y convierte su sangre en rocío matutino."
Esta nota se la entregó al príncipe, diciéndole que la llevase a su madre, la bruja, quien le daría el collar de ojos que tenía.
- ¡Pobrecitas! -exclamó la bruja-. ¿No te gustaría devolverles la vista? Dame ese pichón y yo te prometo indicarte dónde encontrarás los ojos de tus madres.
Al oír esto, el príncipe se alegró muchísimo, y enseguida regaló el pichón que había cazado. La Raní guardó el pichón y en un pedazo de papel escribió estas palabras:
-No puede ser -contestó el joven-. El pichón es para mis siete madres ciegas que viven en la inmunda cárcel y que morirían si yo no me cuidara de ellas.
Cuando ya fue un hombrecito se hizo un arco y unas flechas y fue a cazar. Ello le llevó junto al palacio donde vivía la bruja blanca, la cual con sólo verle un momento descubrió que era el hijo del Rajá, y su corazón se llenó de odio, decidiendo matar, costara lo que costara, al príncipe. Enseguida ordenó a un esclavo que le hiciera subir, y al tenerte en su presencia, le pidió le vendiese uno de los pichones que había matado.
El medio de que se valía el joven para conseguir estos dulces y alimentos era su enorme simpatía, que hacía que la gente le colmase de regalos que permitían a las siete reinas seguir viviendo en su calabozo, cuando todo el mundo las suponía muertas desde muchos años antes.
A medida que fue haciéndose mayor fue ensanchando el túnel y cada día salía dos o tres veces en busca de alimentos para sus siete madres.
Cuando pudo empezar a caminar, el joven príncipe abrió un agujero en la pared, agujero que ensanchó y alargó de tal manera que un día pudo abandonar la cárcel, a la cual regresó al cabo de una hora cargado de dulces y golosinas, que dividió en partes iguales entre las siete reinas.