Con este motivo, Benito abandonó Saint-Seine y, al regresar a Languedoc, construyó una pequeña
ermita junto al arroyo Aniane, en sus propias tierras. Aquí vivió algunos años en privación voluntaria, orando continuamente a Dios para que le enseñara a hacer su voluntad. Algunos ermitaños, de los cuales uno era el
santo Widmar, se pusieron bajo su dirección. Ganaban su sustento con el trabajo manual, vivían a
pan y
agua, excepto los domingos y grandes
fiestas, cuando añadían un poco de vino o leche,
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