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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

La ventana
Foto enviada por Qnk

Podéis imaginaros cómo se enfadó la vieja madre del zorro. Salió al patio, cogió los zuecos de madera, se los arrojó a su hijo y lo hizo caer del tejado.
Así el zorro, en lugar de una buena cena, consiguió dos chichones: uno se lo hizo su madre con el zueco; el otro se lo hizo al caer del tejado.
Vaya, vaya, he dormido bien, pero parece que esta bolsa se vuelve cada vez más pesada.
Cuando avistó su casa, gritó desde lejos:
-Mamá, mamá, pon la olla de cristal en la chimenea que llego con la cena.
La vieja madre del zorro puso la olla de cristal en la chimenea, la llenó de agua y encendió el fuego.
Mientras el agua hervía, el zorro subió al tejado y desató la bolsa encima de la chimenea.
- ¡Señor gato, señor ratón, señor gallito rojo, acomodaos en la olla! –exclamó y echó campana ... (ver texto completo)
Uniendo sus fuerzas, remendaron muy bien la bolsa y se fueron corriendo a casa. Y, desde aquel día, el gato y el ratón ayudaron siempre al buen gallito rojo.
En cuanto al zorro, poco después se despertó, cargó con la bolsa al hombro y retomó su camino. Y, mientras tanto, pensaba:
Uniendo sus fuerzas, consiguieron tres piedras y las pusieron en la bolsa. Entonces el gallito preguntó:
- ¿Quién quiere ahora remendar la bolsa?
-Yo –dijo el gato.
-Yo, yo –dijo el ratón.
-Yo –dijo el gato.
Yo, yo –dijo el ratón.
Uniendo sus fuerzas, cortaron la bolsa y salieron al exterior. Entonces el gallito rojo preguntó:
- ¿Quién trae unas piedras?
Yo –dijo el gato.
-Yo, yo –dijo el ratón.
Era un día espléndido pero bastante caluroso y, al poco rato, la bolsa empezó a pesar. El zorro la dejó en el suelo, al pie de un cerezo, se tumbó a la sombra y se durmió.
En cuanto se durmió el zorro, el gallito rojo sacó unas tijeras que llevaba bajo el ala, una aguja y un hilo y preguntó:
- ¿Quién corta la bolsa con las tijeras?
-Socorro, socorro, ¿quién me ayuda? –gritaba el gallito rojo en la bolsa.
-Yo no –dijo el gato y se ovilló más aún en su cesta.
-Yo tampoco –dijo el ratón y se ocultó aún más en su cueva.
Pero si creían estar a salvo, se equivocaban. El zorro dio un salto, sacó al gato de la cesta y al ratón de la cueva y los metió en la bolsa, para que hiciesen compañía al gallito rojo. Después se echó la bolsa al hombro y retomó a la carrera el camino hacia su casa.
-Yo no –dijo el gato.
-Yo no –dijo el ratón.
-Vale –dijo el gallito rojo-, te la rascaré yo.
Y comenzó a rascar al zorro. Le rascó la espalda de la cola a las orejas pero, cuando llegó a las orejas, el zorro extendió una pata, atrapó al gallito y lo metió en su bolsa.
Llega el zorro! –gritó el gallito y saltó al aseladero.
- ¡Llega el zorro! –gritó el gato y se acomodó en su cesta.
- ¡Llega el zorro! –gritó el ratón y se escondió en su cueva.
El zorro entró en la habitación.
-Buenos días, ratoncito. Buenos días, gatito. Buenos días, gallito rojo. ¿Cuál de vosotros podría rascarme la espalda?
-Yo te ayudaré –prometió el gato.
-Te ayudaremos –prometió el ratón.
El gallito se enterneció y compartió el desayuno con sus dos amigos.
Cuando no quedaba ya siquiera una migaja, el gallito rojo miró por la ventana y vio que venía por el camino el zorro en persona.
Y quién se come ahora este magnífico desayuno?
-Yo –dijo el gato.
-Yo, yo –dijo el ratón.
-De ninguna manera –dijo entonces el gallo rojo-. Me lo comeré yo, solo, salvo que me prometáis que me ayudaréis siempre.
- ¿Quién prepara el desayuno?
-Yo no –dijo el gato.
-Yo tampoco –dijo el ratón.
-Vale, lo prepararé yo –dijo el gallito rojo e hizo de comer.
Cuando el desayuno estuvo listo, el gallito rojo preguntó:
-Yo no, dijo el gato.
-Yo tampoco –dijo el ratón.
-Vale, barreré yo –dijo entonces el gallito y barrió todos los rincones.
Acabada la limpieza, preguntó.
Yo no –dijo el gato.
-Yo no –dijo el ratón.
-Vale, me levantaré yo –dijo el gallito rojo, se levantó y encendió el fuego.
Cuando el fuego se avivó, el gallito rojo hizo una nueva pregunta:
- ¿Quién barre la habitación?
EL GALLITO ROJO. Cuento de Irlanda

Un gato, un ratón y un gallito rojo vivían juntos en una hermosa casa, situada en medio del bosque. El gato tenía su cama en una cesta mullida, el ratón en una cueva profunda y el gallito en un robusto aseladero. Al despertar una mañana, el gallito preguntó:
- ¿Quién se levanta primero a encender la chimenea?